Policía
  • El infierno de Brillit: dio fiados unos tenis, quiso cobrar, la apuñalaron y una jueza la acusó de robo

La mujer le entregó personalmente una carta a Sheinbaum (Jesús Quintanar).

La mujer fue víctima de un grupo criminal llamado Los Gatos.

Esta es la historia del infierno de Brillit Landero. Todo empezó el día que aceptó dar fiados seis pares de tenis. Cuando quiso cobrarlos, vio a la muerte de frente.

Los integrantes de la familia que le debían -hombres, mujeres y menores- la golpearon. La apedrearon. La apuñalaron. Vecinos vieron. Nadie la defendió.

¿Cómo ocurrieron los hechos?

Esa noche, 12 de febrero de 2022, Brillit Stephany Landero Montejo, de 30 años, comerciante y madre soltera de cuatro niños menores, quedó inconsciente en un charco de su propia sangre en calles de la colonia Renovación, en Ciudad del Carmen, Campeche.

Ella vendía zapatos por catálogo después de perder su empleo en la pandemia, pero no esperaba que este fuera el costo.

Lo que más le duele hoy a esta mujer no fueron las puñaladas o las pedradas que recibió en su cabeza y pecho por aquella familia conocida como Los Gatos, que no quiso pagar su deuda; le debían mil 800 pesos.

No. Lo que más le lastima es la indolencia de las autoridades de Campeche. Han pasado más de tres años desde ese ataque, sin que se le haya hecho justicia.

Al contrario, Brillit acusa que en la Fiscalía estatal le han modificado sus declaraciones, que las acomodaron para hacer parecer que fue sólo una riña.

“¡Estaban armados! ¡Yo no tenía arma! ¡Me apuñalaron! ¡Eso no es una riña, eso no es un golpe de primaria, eso es pandillerismo! Me lastimaron, me golpearon, me dejaron en un charco de sangre”, reclama en entrevista con MILENIO.

Pero no sólo eso. La burocracia y la aparente colusión de sus agresores con las autoridades han hecho que, sin castigarlos a ellos, ahora el caso se haya vuelto en contra de ella. 

Los Gatos son un grupo familiar que se dedica al transporte de materiales de construcción en Ciudad del Carmen que, aparentemente, gozan de impunidad.

Días después del ataque, una mujer de la pandilla acusó a Brillit de haberles robado una cadena de oro. Y, por eso sí, una jueza local, Rocío Alducín, de manera extrañamente expedita, ya la sentenció a tres años de prisión.

Los agresores han intentado acusarla también de intento de homicidio y del asesinato consumado de un familiar de ellos… pero ese asesino ya está preso.

Víctimas viven escondidas

Hoy, Brillit está libre gracias a un amparo. Pero ella y sus cuatro hijos, menores de edad, viven a salto de mata, escondidos, huyendo de sus victimarios, porque los siguen, los amedrentan.

Ella ruega que las autoridades federales volteen a verla porque las locales le han dado la espalda. La gobernadora Layda Sansores nunca la ha querido recibir.

El 22 de junio, Brillit alcanzó a colarse a la ventanilla de la camioneta de la presidenta Claudia Sheinbaum cuando visitó Ciudad del Carmen. La mandataria se detuvo y la escuchó atenta. La vio de frente. Sintió esperanza.

“Dios me había escuchado. Porque son tres años. Mucha gente lo dice fácil, pero esto se ha llevado mucho, se ha llevado parte de mi vida”, dice.

Unos instantes antes de que la presidenta encabezara un acto en el hospital de Gineco-Pediatría del IMSS Bienestar, Brillit le entregó a Sheinbaum una carta en su mano, la cual ya se la había enviado meses atrás.

Le contó poco del martirio que ha vivido. Le pidió ayuda, que se reabra su caso, que se haga justicia.

No quiero quedar en el olvido. Hay muchas que ya no pueden hablar. Yo sigo aquí. Como yo, hay un sinfín de personas peleando, pidiendo justicia. Duele porque supuestamente estamos en un país libre y yo no tengo libertad de moverme. Se me está condenando solo por exigir mis derechos”, clama.

Brillit tiene clara una petición: que no remitan su caso otra vez a Campeche, porque ahí, entra en un círculo vicioso. En ese estado nada se resuelve.

Aunque en ese estado históricamente la incidencia delictiva en general, y contra las mujeres, es baja, el caso de Brillit es un botón de muestra de un dato que destaca el Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública.

De acuerdo con las cifras oficiales, el año en que Brillit fue agredida se disparó exponencialmente el delito de lesiones dolosas con arma blanca en contra de mujeres en la entidad: pasó de cinco en 2021 a 35 en 2022. Después, subió hasta 55 en 2023 y bajó a 24 en 2024.

En entrevista con MILENIO, Brillit Landero narró, detalle a detalle, cómo fue agredida, pero también cómo ha sido maltratada por las autoridades de la entidad.

Brillit
Brillit Landero acusó que fue agredida físicamente por las autoridades estatales (Jesús Quintanar).

La noche del ataque

En 2021, Brillit estaba empezando en el negocio de la venta por catálogo. Antes, trabajó vendiendo casas en Mérida, pero cuando inició la pandemia de covid se quedó sin empleo. Ella es el sustento de su padre, adulto mayor que está ciego desde hace 28 años, y sus cuatro hijos.

Por eso, emprendió en la venta de zapatos, tenis, bolsas y mochilas, que vendía entre sus vecinos y conocidos de Ciudad del Carmen.

A algunos les fiaba. Eso pasó con la familia que después la agredió cuando les quiso cobrar. En 2021, les vendió seis pares de tenis.

“Era el regreso de pandemia. Me dijeron que no tenían recursos para comprarles tenis a sus hijos. Me puse en sus zapatos y les di la mercancía”, platica Brillit.

Le dieron un primer pago… pero el segundo no llegó. Cuando ella acudía a cobrar, la insultaban y la agredían. Pasaron ocho meses y decidió dejar de cobrarles. Sin embargo, el 12 de febrero de 2022, recibió la llamada de una de esas mujeres.

“Me dijo que me estaba esperando, que quería hablar conmigo, que quería que fuera a las 20:00 horas a su casa, que me iba a pagar”, recuerda Brillit. “A ellos les apodan Los Gatos. Le dije a mis hijos: ‘voy a estar allá con Los Gatos, voy a cobrar y regreso”.

Brillit dice que Los Gatos son una familia grande, que se dedican al transporte de materiales de construcción. Viven a unas cuadras de donde ella vivía, en la colonia Renovación. Para ella fue una llamada extraña. Fue una emboscada.


“No vi que había más personas en su casa. Me quedé a media calle y le hablé, le dije que ya había llegado. Me dijo que sí me iba a pagar, pero que ya no. Me empezó a insultar y a querer agredirme. Corrí. Su madre gritó que llamaran a una patrulla, pero su familia se vino como turba, siguiéndome. Quise hablar por teléfono, pero con los nervios ya no podía marcar”.
“Seguí corriendo. Una persona, familiar de ellos, venía atrás de mí con una moto, venía con otro chico. Me golpearon con un palo. No llegué a mi casa porque ahí solo estaban mis hijos y mi papá. Y opté por correr a la avenida para que alguien me auxiliara”, relata Brillit, que en ese momento pensaba en alejarlos de donde estaban sus hijos.
“No llegué a la avenida principal. Me quedé una calle antes y corrí hacia adentro. La calle se llama Puerto de Acapulco. Vi personas, les pedí ayuda. Les dije que me venían siguiendo para golpearme, que me querían lastimar. Una señora me dijo que no me podía abrir la puerta de su casa. Y tras los protectores se quedó viendo cuando ellos llegaron y cuando me empezaron a golpear”, lamenta.

Eran cerca de 15 personas. La acorralaron contra esa casa. A partir de ahí, Brillit recuerda casi cada golpe que recibió. Y se acuerda de la indiferencia de la mujer que no quiso ayudarla. Había un montón de grava en la calle. Mientras una mujer se abalanzó sobre ella, otros le arrojaban esas piedras a la cabeza.

Empujó a la mujer y se colocó contra la pared para protegerse. Había niños. Les dijo que vieran el ejemplo que daban a sus hijos. Y empezaron a golpearla. Tomó a la mujer por el cuello y la usó de escudo. Pero otra la jaló del cabello.

“Y de momento… sentí que algo penetró en mi cabeza. No sé si era un punzón o un desarmador. La señora me seguía golpeando. Me agarraron entre varios para que me pegaran. Con sus manos empezaron a ‘jurgarme las vistas’ (picarle los ojos). Yo tenía miedo”.
“Mi papá es ciego. Sé lo que es vivir con una persona discapacitada. Y me cubría para que no me siguieran lastimando. Se les cayó la cosa con la que me querían ‘jurgar’. Una señora lo levantó. Me lo enterró en la parte de atrás de la cabeza”.
“Sentí caliente, pero como estaban las cosas, ya no sentía dolor. Solo sentía que mi boca se llenaba de líquido. Empecé a escupir. Pensaba que era saliva, pero luego vi que era sangre lo que estaba expulsando. Me apuñalaron aquí. Me apuñalaron cerca del corazón”, sigue relatando Brillit.

De reojo alcanzó a ver el filo de la punta. Con las manos logró desviarla. Eso evitó que tocara el corazón, le entró cerca. Seguía sintiendo los golpes y las pedradas. Recordó cómo los niños revisaron sus bolsillos. Le sacaron su teléfono, su cartera y le quitaron sus zapatos.

En ese momento llegó una patrulla. Ella recuerda que fue la número 524, con una franja rosa y la palabra “mujer”.

“Hoy dicen que esa patrulla no existe. Llegó la patrulla y ellos me soltaron. Me subí a la parte de atrás de la cabina de la patrulla. No podía hablar. Tenía el labio rajado e inflamado. Les dije a los policías que me acababan de robar. La señora que estaba dentro de su domicilio les dijo que me acaban de golpear las personas porque me debían un dinero”.
“Ellos sacaron un cuchillo de esos que agarran los carniceros, con mango blanco, diciendo que yo con eso los llegué a amenazar a su casa”, platica Brillit en una narración casi sin pausas.

Recordó que los policías hablaron con los agresores. Les dijeron que reportaran a la Fiscalía lo que había pasado. Y a ella le dijeron que se bajara. Que esperara a la ambulancia ahí.

“‘No’, les dije. ‘Si me bajo y ustedes se van, me van a volver a golpear’”, replicó.

Aun así, le dijeron que se bajara. Brillit dice que ni esa patrulla ni el reporte de esa noche existen para las autoridades. Los policías aceleraron y la bajaron en la esquina. “Me dijeron que era todo lo que podían hacer por mí”, reprocha.

Ahí, caminó unos pasos. Pidió ayuda a unas personas. Se quedaron con ella, le empezaron a limpiar las heridas. Y ahí, en el charco de su propia sangre, perdió el conocimiento.

Burocracia, el otro infierno de Brillit

La señora que se negó a abrir la puerta de su casa habló a un familiar de la mamá de Brillit. 

"Los Gatos acaban de golpear a Brillit, se la llevó la patrulla y la dejaron bañada en sangre”, avisó. 

Por eso, cuando abrió los ojos, ahí estaba su madre, que ya había recorrido la Cruz Roja, el hospital y la Fiscalía, sin suerte.

Cuando la encontró, la llevó a una clínica particular. Un médico le atendió las heridas. Pasó un día hospitalizada, pero pidió su alta voluntaria porque la cuenta ya iba en 15 mil pesos, que no tenía. Además, tenía que atender a sus hijos y a su papá. En ese momento, no presentó ninguna denuncia.

Pero el 3 de marzo, uno de los menores de edad de la familia agresora, de unos 16 años, comenzó a molestar a uno de los hijos de Brillit, que tenía apenas 11, cuando fue a comprar tortillas.

Brillit platica que apenas se podía mover por las heridas que tenía. Pasó 40 días en cama. Convaleciente, denunció el intento de homicidio. Denunció también que la seguían molestando a ella y a sus hijos, con palabras, con gestos. Pidió una orden de restricción, pero se la negaron.

“Cuando yo llegué a levantar la denuncia a la Fiscalía, el licenciado Darío, que es uno de los que recibe las denuncias, le hacía señas a otro licenciado para que no escribiera. Y me dijo: ‘es que la declaración es a mi manera, señora, no a la de usted’. Y yo le dije ‘es que no fueron así las cosas’”.
“‘No. Venga otro día cuando ya tenga las cosas bien acomodadas’, me respondió. ‘Es que así fue. Yo no tengo por qué cambiar mi versión’, reclamé. Pasaba el tiempo. Me citaban a mediodía, me daban las 20:00 horas y no me recibían”, reclama Brillit.
Un comandante de la Policía Municipal le dijo: “Aquí, señora, es a la antigua, aquí se arreglan uno con el otro, mejor váyase”.
“‘Yo no tengo necesidad de andar como el errante’, le dije. ‘Se supone que por eso levanté la denuncia, porque ustedes son autoridad’”, relata.

Brillit tuvo que sacar a sus hijos de la escuela. Se mudó de domicilio. Pero todos los días regresa a la colonia Renovación para dar de comer a su papá.

Desde entonces, lastimada y débil por las secuelas de sus heridas, con problemas de hipertensión, Brillit comenzó a vivir una odisea en los trámites ante la Fiscalía. La citaban y no la atendían. Le negaban su expediente. Le negaron un abogado de oficio.

“Me decían que yo fuera a preguntar al Cereso quién quería ser de ellos mi licenciado. Iba para allá y me decían que tenían que girarme una orden para que se me asesorara. Regresaba y me decían que no había. Sí había, pero no se me otorgaba, porque en el documento manipulaban y decían que yo no quería licenciado”, acusó.

Ha tenido que contratar a abogados particulares. Pero a las semanas, se desaparecen y abandonan el caso, dice Brillit. Lleva seis.

El médico legista negó que tuviera heridas, a pesar de las constancias de su internamiento en la clínica privada por heridas en la cabeza y de los moretones que aún tenía.

“En el expediente puso que por abundancia de mi cabello no pudo percatarse de nada”, reprocha.

Un día le avisaron que la investigación por su agresión había concluido y que mandarían el caso ante un juez. De las seis personas a las que ella logró identificar y acusar, Vicky Rubí, Jorge Manuel, José Luis, Carmen, Viviana e Iván, sólo se mencionaba a dos, un hombre y una mujer, en el expediente.

“Le dije al licenciado: ‘va a quedar impune, prácticamente’. ‘No, señora, es que aquí vamos a hacerlo así y ya en los juzgados ellos van a ampliar la investigación y van a agregar a las otras personas que le agredieron’, me dijo”, platicó.

Pero de los dos supuestos implicados, una jueza desestimó los cargos contra uno porque aparentemente el hombre no estuvo en la ciudad la noche en que ocurrió la agresión.

“Después, que no, que iba a quedar como riña. ‘Tú le pegaste y ella te pegó y así se va a manejar, Brillit’, me dijo la jueza. ‘Es que no fue así’, le dije yo. ‘Fueron puñaladas, fueron agresiones. ¿Y hoy me está diciendo que no hay nada que la acuse?’”, recuerda que reclamó.

La señora que se negó a abrir la puerta de su casa la noche que agredieron a Brillit fue testigo en favor de los agresores.

“Cuando declara en los juzgados da una versión muy distinta a lo que pasó esa noche. Yo se lo dije: ‘Usted se contradice, porque éste es su número telefónico y éstas son las capturas de pantalla del mensaje que usted le envió a mi familiar para que le entregaran a mis padres. Y aquí está diciendo todo lo contrario’”, recuerda que la enfrentó.

AQUÍ TODO LO QUE SABEMOS DEL CASO BRILLIT 

Acusan a Brillit de robo

Al mismo tiempo que avanzaba la denuncia por las agresiones contra Brillit, una de las mujeres que participó con los agresores la denunció por presuntamente haberles robado una cadena de oro esa misma noche.

“Primero, la mujer dijo que era una Fígaro, luego dijo que era una diamantada y luego empezaron a cambiar las versiones. En una audiencia mencionó que la cadena se la regaló su papá en un cumpleaños en 2023. La agresión fue en febrero de 2022”, dice.

Meses después, la misma familia la denunció por tentativa de homicidio y daños en propiedad ajena.

“Ese mismo día, en la hora que ellos dicen, yo fui con el papá de mis hijos a comprar útiles a Plaza Palmira”, aseguró.

Por esa acusación, giraron una orden de aprehensión en su contra, pero se equivocaron de dirección y tocaron a la puerta de un vecino de Brillit, que la alertó:

 “Te viene buscando la policía con orden de aprehensión ¿Qué hiciste? Dicen que fuiste a balacear a esa gente. Vete, porque aquí te van a agarrar”.

Brillit tomó a sus hijos y se fue a Campeche con la intención de buscar a la gobernadora Layda Sansores. “Nunca me recibió”, lamenta.

Gracias a un reportero que la encontró, logró hablar con el entonces fiscal, Renato Sales Heredia, y le contó su historia.

Sales llamó a la vicefiscal en Ciudad del Carmen, Yadira Arcos, y le ordenó resolver el asunto de Brillit, pero no sirvió de nada.

Mientras el caso de la agresión en su contra quedó en una simple riña, por el presunto robo con violencia, ella tuvo que pagar una garantía de tres mil pesos para seguir ese proceso en libertad.

Y no solo eso. Brillit dice que la jueza Alejandra Flores Verástegui, una jueza de control, le prohibió difundir en las redes sociales todo lo que ella estaba viviendo.

“Me prohibió que ventilara los nombres de ellos, que dijera lo que estaba pasando. Me dijo que dejara de ir a Campeche, que dejara de estar provocando a las autoridades, porque si no, se me iba a sancionar, que tenía prohibido salir de la isla y que si lo volvía a hacer iba a ser sancionada con multa o con cárcel”.
“Me dijo que bajara los videos de las redes sociales. Los bajé, dejé de hablar con reporteros y empecé a llevarlo todo en silencio”, lamenta Brillit.

Antes de que una jueza local le dictara sentencia por el supuesto delito de robo, le propusieron un acuerdo: que se desistiera de la denuncia contra Los Gatos por las agresiones en su contra, a cambio de que sólo se le procesará por el delito de robo y se quitara la agravante de violencia, que pagaría una mínima cantidad por el supuesto robo y que no iría a la cárcel.

“Yo les dije que no. Me dijeron que me estaban ayudando, pero que yo no quería dejarme ayudar”, denuncia.
“Es que yo no voy a aceptar algo que no cometí. ¿Por qué me voy a acusar y voy a pagar por algo que no hice?”, reclamó Brillit.

El 30 de mayo, la jueza de ejecución de sanciones Rocío Alducín, dictó sentencia condenatoria contra Brillit de tres años de cárcel por el supuesto robo con violencia de la cadena de oro.

Un amparo la mantiene en libertad, pero teme que en cualquier momento se la lleven presa por un delito que, afirma, no cometió.

Sheinbaum, la esperanza de Brillit

“Al principio, pensé escribir una carta y entregársela, pero no contaba con los recursos para ir a la Ciudad de México, se encuentra lejos. Yo soy una persona muy creyente de las cosas de Dios. Lo puse en manos de Dios y estuve pensando cómo redactar de manera adecuada y concisa la carta para que se entendiera lo que quería, en algo breve”, dice Brillit sobre la idea de recurrir a la presidenta Claudia Sheinbaum.

Antes, ya había escrito una carta al presidente Andrés Manuel López Obrador, pero en ese entonces, remitieron el caso a Campeche y no hubo respuesta.

Un día, un vecino le recomendó escribirle ahora a Sheinbaum. “Sí, yo tengo la idea de hacerlo, pero de ir a México… está lejos”, le contestó.
Pero el vecino le dio información nueva. “Ella viene a Ciudad del Carmen. Va a inaugurar un Seguro aquí en Carmen, de médico pediatra”, le contó. “Puedes llegar. Dicen que tiene personal, que se llama Ayuda Ciudadana, a los que les puedes entregar la carta. Viene el domingo”, insistió su vecino.

Brillit escribió la carta con ayuda de su hijo mayor, de 14 años. El domingo 22 de junio, llegó muy temprano al Hospital de Gineco-Pediatría del IMSS Bienestar. Y esperó paciente a la presidenta.

Habló con funcionarios de logística de la Presidencia y le enseñaron en dónde podría interceptarla. Lo hizo. Le entregó la carta. Y dejó el caso en manos de la mandataria.

Le pidió que se reabra su caso, que se juzgue con las pruebas que hay, que se castigue a sus agresores y se aclare que ella no robó la cadena de oro. Pero que no la remitan otra vez a Campeche, porque ahí nadie la ayuda.

“Sólo estoy pidiendo justicia. Quiero vivir, respirar, libertad. No seguir con miedo. Quiero rehacer mi vida”, dice como un llamado incansable, que espera sea escuchado.

RM

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Rafael Montes
  • Rafael Montes
  • Egresado de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM. Reportero desde 2008. En 2016 se incorporó al equipo de Grupo Notivox para cubrir Política y asuntos especiales para diario, web y televisión. Aunque sus temas favoritos actuales son transparencia y rendición de cuentas, también le gustan las historias de la gran ciudad.
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