DOMINGA.— Durante el último año, Paulina Villegas, periodista de investigación en The New York Times, tuvo la difícil tarea de reunirse repetidamente con miembros del Cártel de Sinaloa.
Encabezada por Natalie Kitroeff, exjefa de la corresponsalía del Times en Ciudad de México, la misión entrañaba riesgos evidentes: el Cártel de Sinaloa ha sido designado como grupo terrorista por Estados Unidos. Pero las reuniones, dijo Villegas, fueron clave en su búsqueda para ofrecer a los lectores un entendimiento más claro de la forma en la que operan los poderosos grupos criminales, al documentar las prácticas y las causas subyacentes que tanto el gobierno mexicano como el estadounidense están intentando abordar.
“Es demasiado simplista considerar a los cárteles sólo como delincuentes despiadados, aunque lo son, por supuesto, y deben rendir cuentas por la violencia y la devastación que han causado”, dijo. “También operan dentro de un ecosistema muy específico, compuesto por fuerzas sociales, económicas y políticas que, en ocasiones, les permiten no solo sobrevivir, sino ampliar su influencia y poder”.

Villegas, quien radica en Ciudad de México, había informado anteriormente sobre el asedio del cártel a Culiacán, la capital del estado, tras la captura de uno de los hijos de ‘El Chapo’ por las fuerzas de seguridad mexicanas en 2019.
Este mes, ella y María Abi-Habib, corresponsal de investigación, publicaron un artículo en el que detallaban cómo el Cártel de Sinaloa introduce fentanilo de contrabando en Estados Unidos. Documentaron los esfuerzos por adaptarse a las medidas de mano dura de los gobiernos estadounidense y mexicano.
En una entrevista reciente, Villegas habló de cómo pudo acceder tan profundamente al cártel y de sus descubrimientos sobre el ecosistema criminal de esta región de México. Esta conversación ha sido condensada y editada.

¿Tuviste alguna duda a la hora de aceptar esta nota?
Al contrario. El crimen organizado y la guerra contra el narcotráfico siempre han sido temas que me han interesado, como periodista y como ciudadana mexicana. Es evidente que han afectado mucho a nuestro país y a nuestra sociedad. La violencia ha alcanzado a mucha gente que conozco. Siempre me ha apasionado intentar comprender el funcionamiento interno de estos grupos y las razones por las que han llegado a ser tan poderosos e influyentes.
Cuando se trata del crimen organizado o de la guerra contra las drogas, a menudo oímos la perspectiva de las fuerzas de seguridad y del gobierno. Es importante escuchar el punto de vista de los integrantes de la organización criminal. Hacerlo supone un alto riesgo y soy perfectamente consciente de ello, pero creo que es increíblemente valioso para que nuestros lectores comprendan mejor cómo este narcotráfico se ha convertido en lo que es hoy.
¿De dónde procede tu naturaleza arriesgada?
Crecí en Hidalgo, México, y mis padres nos llevaban a mis hermanos y a mí a andar en motocicletas por las montañas. Yo apenas tenía 5 años. Desde entonces, estuve expuesta al riesgo y a la adrenalina, y en algún momento aprendí a amarlos. Pero eso no significa que no sienta miedo en algunos de estos viajes de reporteo: sí lo siento. Sencillamente he aprendido a vivir con él, a encontrar cierto grado de comodidad en ambientes de peligro e incertidumbre.

¿Cómo es estar sobre el terreno en el bastión de un cártel?
Siempre es estresante y una situación de alta tensión. Cuando el cártel preparaba los paquetes y cargaba los vehículos por la noche, todos estábamos nerviosos, tanto ellos, como nuestro equipo. Todos estaban asustados, incluidos los integrantes del cártel. Es importante recordar a los lectores que esto ocurre al mismo tiempo que una guerra y luchas internas entre dos grupos rivales del cártel: la tensión está en su punto más alto. Todos desconfían de todos. Eso añade otro nivel de peligro que navegar.
¿Por qué crees que los agentes del cártel se mostraron tan abiertos a hablar con el Times?
Es un momento muy tenso para el gobierno mexicano, que se enfrenta a una gran presión por parte del gobierno de Donald Trump para que tome medidas de mano dura contra el cártel y desmantele los grupos delictivos y detenga el flujo de fentanilo.
Parte de informar sobre estos temas de forma ética y responsable es proteger a nuestras fuentes. Son criminales, pero ponen en peligro su vida al acceder a hablar con nosotros. Aceptamos condiciones de anonimato, previa consulta con nuestros editores. Es importante que el lector lo entienda. Invertimos mucho tiempo en generar confianza y una buena relación con integrantes de la organización. Volvimos una y otra vez a Sinaloa, y cada visita nos abrió nuevas puertas. Nos permitió conocer a más gente y obtener detalles más profundos y, en el caso de esta historia, tener acceso a esta operación, lo cual es bastante inusual.
Creo que quieren hablar una vez que confían en ti, una vez que ven que estamos haciendo nuestra labor y que estamos comprometidos a contar la historia de la manera correcta y profunda. También hay un factor en el que alardean un poco de sus capacidades, poder, dinero e influencia.
¿Qué esperas que se lleven los lectores de este esfuerzo periodístico de un año de duración?
Creo que la gente se imagina a narcotraficantes como asesinos o sicarios, con una AK-47 en la mano. Es una historia mucho más compleja. La organización funciona de hecho como una empresa transnacional. Ha demostrado su capacidad de resiliencia, innovación, planificación y una visión empresarial de lo que tiene que hacer para seguir obteniendo ganancias y mantenerse un paso por delante de las autoridades. Eso requiere mucho poder, dinero y violencia.
ASG