El término que ha estado en boca de todos en el último par de años es el denominado nearshoring. La relocalización de las empresas llegó a México por nuestra posición privilegiada con relación al mercado norteamericano y por el T-MEC en un contexto determinado por la guerra comercial entre Estados Unidos y China. La inversión ha llegado sin mucho apoyo del gobierno, pero los inversionistas extranjeros buscan características para relocalizar su capital. Seguridad, energías (renovables, limpias y accesibles), agua y electricidad, mano de obra capaz y competitiva y… estado de derecho.
Los mercados, naturalmente, buscan que sus contratos estén respaldados por la ley, que no haya monopolios y que el terreno de juego sea justo para todos los competidores. Es por eso por lo que tienden a reaccionar negativamente cuando estos lineamientos se ven en peligro.
El 3 de junio, los mercados nacionales e internacionales reaccionaron negativamente a los resultados de las elecciones generales en México. No por la anticipada victoria de la candidata oficialista Claudia Sheinbaum, sino por la poco anticipada supermayoría obtenida en la cámara baja con una abrumadora mayoría en el Senado. El mensaje no fue contra Morena o de la denominada cuarta transformación; simplemente, a los mercados no les gusta la falta de contrapesos y las mayorías hegemónicas.
Ante la negativa, el gobierno federal anunció que el secretario de Hacienda, Rogelio Ramírez de la O, continuará liderando las finanzas nacionales. Sin embargo, el anuncio resultó insuficiente por al menos tres razones. En primer lugar, el papel transexenal de Ramírez de la O ya se esperaba, por lo que simplemente confirmó su posición actual. En segundo lugar, no abordó las preocupaciones sobre la inminente llegada del Plan C, que implica la búsqueda de supermayorías en el Congreso para aprobar reformas que afecten los contrapesos y balances de poder. En cambio, generó más incertidumbre al sugerir que el mismo presidente López Obrador podría impulsar estas reformas durante su último mes en el cargo. Y, en tercer lugar, el mensaje fue entregado por el Presidente en lugar de la presidenta electa Claudia Sheinbaum o su equipo de transición. La forma es fondo, con esto nos dejaron ver que el tomador de decisiones será López Obrador y no su sucesora.
En el afán de seguir una narrativa poselectoral de dominación legislativa, ni el gobierno federal ni el equipo de transición de la presidenta electa, encabezado por Juan Ramón de la Fuente, han entendido el porqué de la depreciación del peso desde su victoria. Tan no lo han entendido, o no les ha importado, que el 6 de junio el diputado –y presidente de la Junta de Coordinación Política (Jucopo) de la cámara baja– Ignacio Mier (Morena) anunció que, efectivamente, su bancada buscará aprobar el paquete de reformas del presidente López Obrador en el mes de septiembre.
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El mensaje es claro. En primer lugar, deja ver que la prioridad de la administración Sheinbaum será, efectivamente, continuar con la voluntad del obradorismo. Que no nos sorprenda, es por lo que votaron 33 millones de mexicanos.
En segundo lugar, el anuncio se hizo imprudentemente, sin considerar el reaccionar de los inversionistas e incluso yendo contra el mensaje que está buscando proyectar el equipo de transición de Sheinbaum. A la par del anuncio de Mier, Sheinbaum compartió vía redes sociales sus llamadas con el Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial, la OCDE y su reunión con directivos del fondo de inversión BlackRock. Todos estos buscan y promueven los contrapesos y los autónomos.
El nearshoring ha llegado a México por nuestra posición geográfica y por el T-MEC, el cual permanecerá como el último contrapeso en el país. No hay que dar por hecho este fenómeno pues, a pesar de estos factores, la inversión prefiere llegar a EU o a Brasil antes de instalarse en México. Independientemente del resultado electoral estadunidense en noviembre, la guerra comercial continuará con China, y México debe hacer TODO para seguir atrayendo a inversionistas extranjeros. Aún no empieza el sexenio y parece que vamos por mal camino.