Abbey Road y Let It Be, los últimos discos de los Beatles, fueron fundamentales para mi generación. Antes de saber que marcarían la etapa final del grupo más popular de la historia del rock, nos compenetramos con sus canciones que, aunque cantadas en inglés, nos hablaban de vivencias y problemáticas que también eran las nuestras, mientras que la música se conectaba directamente con nuestros sentidos y los hacía volar.
En mi caso, adquirirlos —con bastante trabajo para alguien que dependía por entero de lo que le daban sus padres— fue una proeza. De hecho, mi primer LP fue Abbey Road, comprado en una discoteca situada en la entrada de la vecindad en la que vivíamos en Allende 48, en el centro de la ciudad. No recuerdo el origen de mi ejemplar Let It Be, pero no olvido la emoción de encontrarme con que iba acompañado de un libro con las fotografías de las sesiones de grabación.
Beatlero de corazón, incluso adquirí en HIP-70 un disco pirata con las sesiones de Let It Be, que se escuchaba como si hubiera sido grabado en un cuarto de baño situado a 100 metros de distancia. Sin embargo, yo estaba feliz con mi adquisición, además de que era la envidia de mis compañeros de escuela. Llegó Let It Be, el documental, que fue una revelación porque nos permitió advertir cómo trabajaba el grupo en el estudio, si bien no faltaban los momentos álgidos.
Muchos años después se lanza The Beatles: Get Back, la reedición del material que capturó Michael Lindsay-Hogg, ahora a cargo de Peter Jackson. La publicidad previa insistía tanto en que presentaría a los Beatles como en un cuento de hadas, que me resistía a ver las seis horas del documental, pero finalmente cedí. Cierto que la nueva edición rebosa optimismo porque se incluyen muchos chistoretes de los Beatles, sobre todo de Lennon y McCartney, pero lo que realmente atrapa es el proceso de creación y pulimiento de las canciones que quedarían en el disco, el trabajo a marchas forzadas para armar el famoso concierto en la azotea o el choque de ideas entre sus integrantes y la posibilidad de que todo se fuera a pique.
El disco y el concierto se concretaron, pero el fin ya era inevitable. Por fortuna, en The Beatles: Get Back permanece el testimonio del trabajo creativo de un grupo que se puede jactar de que cuenta un material de primera mano para explicar este proceso. La pregunta del millón: ¿los piratas del video darán a dar a conocer una versión con muchas más horas del documental, como ha ocurrido con sus antologías?
Y además
Gratas presencia de Billy Preston
Muy disfrutable resulta constatar el peso que tuvo la presencia de Billy Preston en los teclados. Además de su gran musicalidad, a lo largo de la cinta se advierte que su buen humor contagia a todos los integrantes del grupo y contribuye a que la atmósfera se relaje. No en vano fue aceptado como un músico más de la banda.
Xavier Quirarte