Sociedad

"Sidafobia": activismo y fracaso

Así escribe Jeff Chang en su libro Generación Hip-Hop, cuando narra el surgimiento del grafiti en El Bronx de finales de los sesenta del siglo pasado: “Los grafiteros deambulaban por los territorios de pandillas, se escabullían del largo brazo de la ley, traspasaban todos los límites y violaban las normas de propiedad y decoro y, de ese modo, encontraban una suerte de libertad a su medida… (era) un ataque contra la invisibilidad de su generación…”.

De algún modo, los grafitis proyectados por parte de los 50 manifestantes sobre los exteriores del histórico edificio del IMSS en el Paseo de la Reforma el pasado viernes, atacaron la invisibilidad del VIH, no solo la que prevalece en la institución médica.

La protesta del 21 de febrero frente al edificio del IMSS fue la secuela a una serie de denuncias: el desabasto de antirretrovirales en las clínicas. Lamentablemente, un episodio nada nuevo. De acuerdo con la Recomendación sobre la Situación de los Derechos Humanos de las Personas con VIH y Sida en México de la CNDH, en el periodo de 2012 a 2019, se contaban alrededor de 50 expedientes por año, cuya gran mayoría estaba relacionada con quejas por desabasto de antirretrovirales a derechohabientes del IMSS. Sin embargo, entre finales de 2019 e inicios de 2020, la CNDH tenía cada mes tres veces más la cifra anual de quejas. El mismo IMSS reporta en su página que 3.5% de sus pacientes con VIH (alrededor de 2 mil 980 personas) no habían surtido su receta de antirretrovirales oportunamente. Mencionando lo crucial que es mantener el tratamiento ininterrumpido para mantener el estado de VIH indetectable.

Lo que siguió fue una serie de erráticas decisiones: el lanzamiento oficial del sitio web Plataforma Interactiva VIH-IMSS como si los destrozos vandálicos fueran alguien con quien competir a contrarreloj; la redacción del apresurado comunicado de prensa por parte de Las organizaciones con trabajo en VIH y de personas que vivimos con VIH en donde podía leerse: “A diferencia de otros momentos, las autoridades del IMSS se mostraron abiertas al diálogo y la negociación… pero reprobamos cualquier acto de violencia innecesaria”. Zoé Robledo, director general del IMSS, negándose a recibir a cualquier representante de la protesta callejera a mitad de la conferencia de prensa. En mi resentida lectura descubrí coincidencias entre las OSC adscritas al comunicado, como el tufo a habilidad política aprendida en universidades privadas y una apocada tensión entre la denuncia ambigua y la alienación gubernamental. ¿Cuál es la brújula ética con la que cotejan y priorizan las convicciones de la ambición los autodenominados activistas gays?

Vinieron los disturbios, grafitis y vidrios rotos por donde escapó el fracaso de las OSC en su lucha contra la estigmatización del VIH en homosexuales. Pues lo alarmante sucedió después. Simpatizantes de AMLO y panistas odiosos y otros conservadores de mierda, sin necesidad de identificación política, dándose fraternalmente la mano en redes sociales reprobando la destrucción de los revoltosos que escribían VIH con aerosol, maldiciendo la forma en que tenemos sexo los hombres con otros hombres: “Primero no se cuidan y luego andan chillando porque no hay antirretrovirales”. ¿Qué les importa? Y como si nos importara. ¿O es que nosotros vamos por la calle diciéndoles cómo tienen que tener sexo los bugas? Mensajes que lanzaron en redes sociales, desde su ronco pecho y en paralelo al nulo pronunciamiento contra la sidafobia del comunicado de prensa de Las organizaciones con trabajo en VIH, de los homosexuales enalteciendo el sexo higiénico y monógamo, ratificando los buenos modales que indican pintar paredes con espray no es la forma, cuando a escondidas te piden a gritos hacerlo a pelo; a las conferencias mañaneras que repiten la palabra purificación con el mismo loop que los rezos que ruegan por nuestra salvación.

¿Qué ha hecho el activismo del VIH en México todo este tiempo? Los problemas de desabasto de antirretrovirales no solo destaparon lo oxidado de la agenda de VIH en México frente a la imperativa demanda del matrimonio igualitario, la adopción homoparental o el decorativo debate sobre el uso de la palabra puto. Si algo quedó claro el viernes pasado fue que la estigmatización a las personas con VIH sigue intacta, como si el tiempo se hubiera detenido en los años más culeros de los ochenta, cuando el VIH no solo no acababa con los anticuerpos de los homosexuales, también les pisoteaba la dignidad y el derecho a una sexualidad disidente con la soberbia heteronormada. Al menos el activismo de ese entonces se unificaba alrededor de objetivos bastante claros dado lo crudo de su realidad. Hoy el activismo de VIH en México se compone de pedacería de convicciones fluctuantes.

En Generación Hip-Hop, Chang agrega que además el grafiti era “una manera de prepararse para el periodo de oscuridad que se avecinaba…”. Al parecer, en temas de homosexuales con VIH, la oscuridad llegó para quedarse. 


Twitter: @distorsiongay

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Wenceslao Bruciaga
  • Wenceslao Bruciaga
  • Periodista. Autor de los libros 'Funerales de hombres raros', 'Un amigo para la orgía del fin del mundo' y recientemente 'Pornografía para piromaníacos'. Desde 2006 publica la columna 'El Nuevo Orden' en Milenio.
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