“Mi propósito de año nuevo será luchar porque la derecha terminé por aplastar a todos los zurdos desviados”,
Dijo un influencer. No vale si quiera aludirlo, pues avatares como ese se alimentan incluso del linchamiento ensordecedor para seguir confirmando sesgos de paranoia limitada. Es el ciclo del castillo de los vampiros como describe Mark Fisher al fenómeno de la retroalimentación de odio, bien intencionado y punitivo de las redes sociales. Quedaba claro que usaba zurdo como un sinónimo para homosexual.
Una horda de seguidores, la mayoría cuentas con fotografías como sacadas de la sección de sociales de un Siglo de Torreón en los ochenta, glorificó sus deseos. Apoyándolo en el 2024 que apenas arranca. Para ello, dicen, amenazan, con dar su voto a quienes representen a un espectro de la derecha más radical y religioso con tal de destruir a la izquierda, la versión de Satanás en la Tierra según ellos. Derrotarlo es una prioridad para salvar entre otras cosas a la familia.
En su aleatoria precisión, unos cuantos posts bajo del propósito vengativo, un nuevo hashtag prendía otra mecha improductiva: un tuitero abiertamente católico exponía su horror acartonado frente al happening colectivo que se congregaba bajo el nombre del Besotón Sidoso. Rabioso, agregaba que los hombres ahí reunidos se transmitían el virus por la boca. El célebre tío de una televisora atragantada en los primeros dosmiles le dio retuit y aquello puso el VIH como tema de conservación digital.
Que 2024 arranca con un suceso caduco prueba que el futuro es una conjugación sin sentido. El Besotón Sidoso llegó con un mes de atraso a las cuentas de los fanáticos religiosos y de derecha con cinturón de castidad. Sucedió el primero de diciembre como protesta en el Día Internacional de la Lucha Contra el Sida, organizado por asociaciones Inspira Cambio e MPACT Global. La idea final suponía una protesta que recordara el virus de inmunodeficiencia humana para la que sigue sin haber una vacuna que la elimine.
Se dice que la motivación detrás de los tuits que sugirieron el Besotón Sidoso como un caldo de cultivo de infección fue la ignorancia, respecto a la situación actual del virus. Los tratamientos antirretrovirales de nueva generación permiten a quienes vivimos con VIH tener una expectativa de vida tradicional. Mientras que sus aplicaciones como PrEP facilitan mantener estado seronegativos aun teniendo sexo con personas positivas. Por supuesto el nombre era un anzuelo de provocación que picaron muchos. Pero mantengo mi escepticismo con eso de la ignorancia en cuanto a las formas de transmisión. En especial en un año electoral en el que los grandes espectros políticos estarán en una recta final que bien puede cambiar el rumbo de nuestras libertades como las conocemos hasta ahora.
Revivir uno de los mitos más problemáticos, y desmentidos científicamente del VIH que solo tuvo aliento en los años subsecuentes al descubrimiento del virus tiene que ver con la urgencia de imponer una corriente de pensamiento. En este caso conservador. Esparcir la idea del libertinaje homosexual como amenaza para la estabilidad social y su doble vida almacenada al final de la despensa.
Pero del otro lado la situación no es muy distinta a los católicos que se volcaron al onanismo bíblico condenando al infierno el Besotón Sidoso. La tendencia de la izquierda digital a reprochar y cancelar cualquier pensamiento contrario a su conceptos prefabricados de sexualidad, orgullo o disidencia es igual de conservador que cualquier reprimido que asuma el sexo es una actividad exclusiva de una habitación con la puerta cerrada. La propuesta de deconstruir el placer falocentrista tiene más en común con las abuelitas que aseguraban que masturbarse es un pecado tan grave como para que te salgan pelos en las manos, que con quienes se entregan al abismo del placer erecto sin tanta sospecha. O los reproches al porno gay por parte de izquierdistas deconstruidos que buscan paralizar la libertad sexual como lo haría cualquier sacerdote pervertido. Pues si bien hoy ya se sabe que todos son vulnerables al VIH, su presencia se concentra mayormente en hombres que tienen sexo con hombres.
Sin proponérselo, los posts que trajeron los recuerdos del Besotón Sidoso desde cuentas abiertamente derechistas pusieron el tema del VIH al centro de la conversación en tiempos de ansiedad identitaria donde ya nadie hable de sexo. Ni sexo penetrativo. No sé si el influencer se habrá percatado de ello.