Política

Méritos o derechos

Simpatizantes acudieron a los cierres de precampaña. Cuartoscuro
Simpatizantes acudieron a los cierres de precampaña. Cuartoscuro

La tercera semana de este mes terminaron las precampañas. Durante 60 días, las dos precandidatas recorrieron el país y se reunieron con los simpatizantes de sus partidos en mítines y asambleas. Las encuestas casi no se movieron: según Mitofsky, en noviembre Claudia Sheinbaum tenía 58% de las preferencias y Xóchitl Gálvez, 31%. Para enero, la primera llegó a 61% y la segunda a 32%. Visto en términos meramente numéricos, se podría decir que las precampañas hicieron poco, pues no cambiaron un ápice las tendencias, ni mucho menos se cerró la brecha entre el primer y el segundo lugar.

Más allá de los números, hay diferencias considerables entre los estilos y los discursos de cada una de las candidatas. No incluiré en la comparación al candidato de Movimiento Ciudadano, Jorge Álvarez Máynez, pues su nombramiento tardío no permite vislumbrar una plataforma diferenciada que se identifique como una “tercera vía” alternativa a las otras dos opciones. Quizá el nombramiento de Álvarez Máynez se cimiente, al menos en parte, en la expectativa de recolectar el voto de algunos trasnochados que aún no se convencen de que una mujer es capaz de estar al frente del Poder Ejecutivo.

Regresando a la puntera y al segundo lugar, a pesar de que estaban impedidas por ley a difundir propuestas de gobierno, en la elección de sus palabras hay visos que permiten contrastar, si no propuestas específicas, al menos distintas maneras de concebir el papel del Estado, su relación con la sociedad, su posición en el espectro político y, en fin, los lineamientos básicos de sus proyectos de país. Me refiero concretamente a sus discursos de cierre de precampaña.

El discurso de Gálvez en la Arena Ciudad de México del domingo 14 de enero fue ampliamente encomiado por algunos comentaristas que, desde el inicio, recibieron con elogios su irrupción en la contienda. No les faltaba razón para ensalzar el discurso de cierre: en esta ocasión no sucedieron los ya tradicionales gazapos que han caracterizado a las participaciones públicas de la candidata. El texto se estructuraba alrededor de tres ideas centrales: la vida, la verdad y la libertad. La tesis principal es que estos tres valores están amenazados por el presente gobierno y, por lo tanto, son “lo que está en juego” en la siguiente elección.

Gálvez trata de animar a sus electores arengando motivos para sentir miedo: “Este gobierno ya es responsable de la muerte de más de un millón de mexicanos”. Pero eso, para ella, es el motor de su valentía: “[Mis hijos] Me han preguntado si no me da miedo enfrentar a la delincuencia. Y ¿saben qué les he dicho? Que me da más miedo dejarles a ellos un país bañado en sangre”.

Los valores que defiende los concibe como aspiraciones individuales o privadas, nunca como construcciones colectivas: «Se pierde la libertad cuando el gobierno amenaza a las empresas. Cuando pretende quedarse con los ahorros, Afores y pensiones de los mexicanos».

Gálvez incluso acusó al Presidente y su gobierno de planear una elección de Estado. Al parecer, el discurso de reconciliación con el que trató de convencer al inicio ya le parece caduco o inefectivo, y esta vez eligió un ánimo más retador.

Pero lo más revelador de su discurso es el concebir las aspiraciones legítimas de los ciudadanos como resultados del mérito personal: «México se merece más, tú te mereces más, tu familia se merece más, todos merecemos más». Curiosamente, no dice qué es eso que «tú y tu familia» (nunca «el pueblo», «la gente», ni siquiera «la ciudadanía») merecen, ni tampoco qué es lo que hicieron para merecerlo. La idea de que ciertas cosas «se merecen» es la que subyace a la justificación de la desigualdad, porque el mérito es eso que distingue a quienes sí pueden tener algo de quienes no. Así, algo que se concibe al alcance de todos por igual no requiere hacer méritos, mientras que algo que «mereces» (así, en segunda persona del singular, como individuo), es algo a lo que se puede acceder solo en vista de que se han cumplido ciertas condiciones. ¿Cuáles son esas condiciones, eso que se hizo para merecer «más»? Nunca lo dice.

Aunque es notorio que Claudia Sheinbaum ha evitado la confrontación directa, en su discurso de cierre de precampaña el 18 de enero en el Monumento a la Revolución, sí marcó claramente sus diferencias con el discurso de Gálvez. Jamás menciona a su contrincante, sino a lo que representa, en un claro y clásico «ellos» y «nosotros»: «Ellos son el pasado, nosotros somos la esperanza de México».

Al contrario que el de Gálvez, el destinatario de Sheinbaum está en plural. Le disputa al conservadurismo, primero que nada, los conceptos, quiere impedir que se apropien de palabras como «libertad» o «democracia» y las hagan sus banderas: «Porque la defensa de la democracia en nuestro país no es un arma de la derecha, del conservadurismo, no, es una arma de la lucha del pueblo de México». Y después dice: «Vayamos ahora a la libertad, que parece ser ahora una reivindicación del conservadurismo, de la derecha, que en nuestro país se reivindica en la alianza del PRI y del PAN. ¿Cuál libertad?» Y enlista una serie de actos atroces perpetrados por los gobiernos encabezados por esos partidos, para concluir: «esa es una falsa libertad».

Sheinbaum quiere dejar claro que no hay libertad sin garantía de derechos: «el pensamiento político que reivindica la vida, pero no reivindica la dignidad de las personas y sus derechos humanos no cree en la democracia, no cree en la libertad y no cree en la vida».

La palabra «derechos» es la gran ausente del discurso de Gálvez. Aparece, en cambio, repetidas veces en el de Sheinbaum. La gran diferencia entre un discurso y otro es que aquello que dignifica la vida, como el empleo, la vivienda, la educación, la salud, para Sheinbaum son derechos de las personas y obligaciones del Estado. Para Gálvez, en cambio, son cosas que algunos «merecen», sin decirnos nunca quién es responsable de garantizarlas.


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Violeta Vázquez-Rojas
  • Violeta Vázquez-Rojas
  • Lingüista egresada de la ENAH, con doctorado por la Universidad de Nueva York. Profesora-Investigadora, columnista y analista, con interés en las lenguas de México, las ideologías, los discursos y la política.
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