Recuerdo el proceso previo a la aprobación de la reforma electoral de 1996: semanas, meses, de reuniones públicas en las que participaron partidos políticos, académicos ciudadanos. Cualquiera podía presentar sus argumentos. Había presiones para aprobar la reforma electoral “definitiva”, pero fueron vencidas para tener una ley legítima para todas las partes.
En contraste, la propuesta de reforma electoral de 2022 fue aprobada en la cámara de diputados sin la menor discusión ni consenso.
¿Qué nos dice este contraste entre los dos procesos? México en 1996 estaba lejos de ser una democracia de calidad. No se había dado la alternancia en la presidencia de la República. El PRI conservaba la mayoría absoluta en la Cámara de Diputados y la calificada en la de Senadores. Pero el contexto internacional, las presiones internas y, hay que subrayarlos la madurez de políticos de todos los partidos permitió hacer una reforma que cambiaría el rumbo político del país.
La de hoy también puede cambiar, pero hacia rumbos muy distintos. Y la forma en que se quiere aprobar es elocuente: de espaldas a la oposición y al país (y a la opinión pública internacional).
Al menos tres rasgos contrastan entre la reforma actual y la de 1996: la de ahora está centrada en una sola persona, se trató de aprobar sin discusión pública y se hizo al margen de los “expertos”.
Aunque el presidente Zedillo anunció y promovió la reforma del 96, el contenido específico de la misma no fue propuesta suya. Abrió la discusión a partidos, académicos y a cualquier que quisiera decir algo al respecto. El proceso fue relativamente largo y complejo, pero el resultado adquirió legitimidad. Es obvio que muchos morenistas no están de acuerdo con la reforma. Pero se ciñen a la voluntad de una persona.
Por lo mismo, aquella reforma tuvo lo que ahora se llama “máxima publicidad”. Propuestas, argumentos, contrargumentos fueron públicos y debatidos. La de ahora se aprobó rápido y en la madrugada. Se intentó que tuviera cero publicidad.
Y consecuencia de lo anterior, es muy probable que la propuesta actual tenga deficiencias más o menos serias, como ya se han hecho notar.Los mismos autores de la propuesta tuvieron que corregir a las pocas horas de aprobada: algunos cambios significaban darles “vida eterna” a partidos minoritarios.
Todo esto tiene un claro tono autoritario.
Víctor Reynoso