Vaya postura la de los transportistas que operan en Nuevo León.
No es cosa menor lo que hicieron al negar el servicio ayer, obviamente sin previo aviso.
Cuando una negociación de ocho meses los lleva a tomar dicha medida de presión, nos obliga inevitablemente a pensar que el problema está lejos de resolverse.
El paro o “medida de austeridad”, como nos sugirieron las autoridades nombrarlo, es una clara provocación y un golpe bajo si es que ya se tenían los acuerdos.
¿Por qué los transportistas se atreven a desafiar?
No creen que las autoridades apliquen la requisa.
La ley de movilidad vigente la contempla, y ante el incumplimiento de ayer parece que hay elementos.
Esto dice en su Artículo 102:
IV.- La requisa del servicio público de transporte y demás bienes muebles e inmuebles afectos al mismo, la determinará el titular del Ejecutivo del Estado y se mantendrá mientras subsistan las condiciones que la motivaron, a fin de garantizar la prestación del servicio público de transporte y satisfacer las necesidades de la población en general y podrá darse en los siguientes casos:
a) De desastre natural, alteración del orden público o cuando se prevea algún peligro inminente para la paz y seguridad interior del Estado;
b) Cuando prevalezca el deterioro de las condiciones de calidad, seguridad, oportunidad, permanencia y continuidad en la prestación del servicio público de transporte.
Para una requisa hace falta valor, porque no es fácil.
Hasta ahora han sido más de tres las propuestas sobre la mesa de negociaciones, y ninguna los ha convencido porque quieren dinero contante y sonante, directo a sus manos, saliendo de la bolsa del ciudadano.
Se dijeron ayer muchas cosas a lo largo del día, pero destaca sin duda por su contenido errático, la entrevista dada por la mañana por el vocero de los transportistas, José Alejandro González.
Entre varias joyas de la argumentación, González comparó el servicio de transporte con una Coca-Cola, “producto que ha aumentado de precio y la gente sigue consumiendo”. Acto seguido justificó el aumento solicitado a las tarifas, argumentando que el refresco aumentó y la gente lo sigue consumiendo.
Pero no atinó a decir que mientras el refresco puedes evitarlo, el servicio de transporte es una necesidad diaria; y siguiendo la misma lógica, mi vida productiva sigue aun si no tomo refresco, pero se trastorna si no tengo en qué transportarme al trabajo.
El segundo disparate llegó al calificar al transporte como un enfermo grave, que al convalecer los médicos le dicen que no se duerma porque puede morir.
Eso dijo Alejandro y guiándonos por la misma analogía que él escogió, “se les durmió el enfermo”, solo que en este caso “no avisaron a los familiares” o a los afectados principales, por decirlo con claridad.
En un negocio normal, el cliente siempre tiene la razón, al cliente lo que pida, el cliente es primero, pero para desgracia del usuario, aquí en el transporte urbano, el cliente es lo último.
En resumen, todo está en veremos y una vez que ya ocurrió un paro como el de ayer, todo puede pasar ahora. Veremos.