Estamos a 20 días de que llegue a su fin este 2023, y desafortunadamente hablar sobre el medio ambiente de nuestra ciudad metropolitana sigue siendo tema tan vigente como desagradable, es referirnos a una tarea inconclusa, desatendida, olvidada.
Estamos terminando el año con una paradoja: comenzamos con un secretario de Medio Ambiente, en febrero cambiamos y el viernes regresamos con el doctor Alfonso Martínez Muñoz.
El motivo de estos vaivenes es el ingreso y posterior salida de Félix Arratia Cruz, quien fue nombrado en febrero de este mismo año como responsable de tomar las riendas de la lucha ambiental, pese a que era evidente su desconocimiento total del tema. Félix Arratia es licenciado en Derecho y Finanzas, y su área de acción siempre ha sido la de fiscalista.
Lo que recibió Arratia, en medio de cuestionamientos a su nombramiento, por la clara sospecha de que era para protegerlo política y legalmente, fue un estado con números terribles en el tema de la contaminación. El año pasado vivimos un total de 235 días en los que se sobrepasó al menos una de las normas que establecen los límites máximos permisibles.
El 64.38% de los días tuvo una mala calidad del aire y solo 130 días, 35.62%, fueron días por debajo de la norma.
Cuando Félix entró a esa oficina, el registro era de una alerta ambiental, decretada el miércoles 18 de enero, por la calidad del aire extremadamente mala. La segunda alerta le dio la bienvenida el 16 de febrero, debido a la suspensión de partículas por los fuertes vientos a lo largo del día.
Llegaron después las alertas del 1 de marzo, el domingo 12 y el viernes 24 e incluso el 31 del mismo mes.
El 5 de abril se decretó otra alerta, que se ligó con el frente frío número 47. El 14 de junio una más, luego el 20 de octubre una más. En noviembre, el día 17 llegó la décima por la alta concentración de contaminantes.
Pero en la gestión del ahora ex secretario hay capítulos más contaminados que el aire que respiramos en este 2023. Como el que comenzó el 19 de marzo, cuando tres columnas de humo de diferentes colores alertaron a los habitantes aledaños a la refinería de Cadereyta. Arratia envió una comitiva a las puertas de la dependencia federal a pedir la suspensión de actividades. Después fueron a la capital del país a firmar un compromiso que quedó solo en papel. La no transparencia de la lista de empresas que más nos contaminan y hasta la extraña quema del río Santa Catarina.
Así se nos fue un año más en esta tarea inconclusa, esperando que en 2024 se retome el camino.