Muchas cosas pasan en 14 años, y si lo ponemos en números es más representativo aún: de 2006 a 2020 es un largo trecho.
El viernes volvió a la palestra uno de los casos más estrujantes escritos en el Monterrey contemporáneo, el más sensible tal vez tomando en cuenta el impacto que provoca toda historia oscura que involucra a menores, que los victimiza.
El caso Peña Coss, el doble homicidio cometido por Diego Santoy Riveroll, fue un antes y un después en el Monterrey de principios de siglo, pero en un sentido no deseable, porque pareció alterar nuestra capacidad de asombro.
En aquel entonces se vivieron dos juicios: Uno, el legal ante los juzgados, con la participación de abogados y testigos; el otro, el juicio público emprendido por los espectadores, que a pesar de no vivir el auge de las redes sociales, tomó partido en las plataformas y convirtió la tragedia en espectáculo.
Fue tema de conversación en escuelas, centros de trabajo y reuniones familiares.
Catorce años después, y pese a la sentencia, resulta que lo que era cosa juzgada, vuelve a la vida.
La noticia corrió rápidamente por todo el país: “El caso Santoy será reabierto”, pese a que no se trata precisamente de eso, porque la orden del juez solo es reponer los careos, porque la defensa del “popular asesino” interpuso un amparo que fue aceptado.
Para quienes no somos conocedores en materia de derecho, la noticia es una sorpresa, y más aún para un sector morboso es tanto como una probabilidad de inocencia de Santoy Riveroll y con ello una inminente liberación.
Pero nada más erróneo que eso, porque en realidad lo que ocurre es una interpretación a la ligera y sin conocimientos, primero porque no puede dejarse de lado la parte más importante; se trata de un asesino confeso.
En aquel 2006, Diego confesó en el juzgado ser el autor material de los homicidios, aunque hasta ahora no revela qué lo motivó.
Pese a estos detalles, aquella historia que subió los niveles de audiencia de las televisoras y ocupó las páginas principales de periódicos de todo el país y, más allá de las fronteras, está de vuelta. Acelerada por las voraces redes sociales, la historia toma vuelo.
Sin embargo, aunque penosamente haya una expectativa del vox populi, dicho interés es exagerado, porque no pasará nada, solo citarán a las personas que asistieron a los careos en 2006; pero nada más hasta ahí, porque el juez de la causa tiene que respetar y no meterse con las pruebas. Se repondrían los careos, pero solo será posible si las personas son encontradas y notificadas.
Ayer el vicefiscal Luis Enrique Orozco, reiteró que si tales diligencias se llevan a cabo, ahí estarán como autoridad para buscar que se respete la sentencia impuesta por la justicia hace 14 años.
La familia Peña Coss ya se encuentra fuera del país, la contraparte tampoco ha sido vista en mucho tiempo, y hasta la abogada Raquenel Villanueva perdió la vida en un atentado. Así es el presente.
En conclusión, se trata de un absurdo jurídico, como lo calificó Roberto Flores, abogado de la familia afectada; pérdida de tiempo, dicho en otras palabras.