Todos disfrutamos y nos regocijamos al escuchar las notas del Himno Nacional en un mes como éste.
Gozamos de la fiesta mexicana y a todo volumen gritamos las arengas que nos hacen sentir libres; nuestro México se nos sube a la cabeza.
Esto desgraciadamente contrasta con la realidad presente, en que la Patria la concibe cada quién a su manera.
Los niños la entienden porque a diario en las escuelas se lo enseñan sus maestros, con las historias de los héroes que nos dieron Patria, con la entonación del Himno y el juramento a la bandera cada semana, las asambleas y demás eventos tradicionales.
Los jóvenes pierden el hilo porque en la educación media no se enseña con el mismo acento nuestra historia, y el civismo se ha perdido en buena parte con los cambios de programa educativo.
Aunque suene extraño, hay factores que pudieran parecer nimiedades y que en el pasado representaron un arraigo de nuestra mexicanidad. Tal vez porque así lo pretendían los hombres del poder o quien fuera, pero sirvieron.
Quienes crecimos en las década de los ochenta o noventa, conocíamos del cine mexicano que retrataba un México distinto, la música, el teatro también lo hacían. Como expresiones artísticas reflejaban el entorno en que crecimos y por consecuencia nos ligaron a un país rico en tradiciones.
La globalización y las tecnologías abrieron a los jóvenes de hoy en día una ventana a un mundo rico en conocimientos, que los acerca a otras culturas, y por ende amplía su panorama.
Sin dejar de lado el beneficio que eso representa, en la misma proporción, las nuevas generaciones hoy se alejan de ese México que nos hizo vibrar. Además, con la creciente costumbre de cuestionar todo resulta también un reto hablarles del honor, la caballerosidad, y más aún, de la Patria.
Decirles que va más allá que cantar “El rey”, corear el “Cielito lindo”, “ponerse la verde”, comer chile y decir envalentonado ¡¡Viva México, cabrones!!
¿Qué nos pasó? Muchas cosas, y muchos son también los responsables de este desánimo. Nos engañaron muchas veces, nos traicionaron los que juraron levantando su mano derecha defender la justicia y cumplir con el mandato del ciudadano. Nos falló la Iglesia con sacerdotes pederastas, nos falló el policía cada vez más corrupto, nos falló el maestro que olvidó la vocación y compró o heredó plazas, nos fallaron los líderes que se vendieron al mejor postor.
Fallaron las instituciones, y fallamos todos en cierta medida. Hoy muchos usan nuestra Patria como marca y otros, como siempre, dañan al país confundiendo el patriotismo con patriotería.
Hoy la Patria no la sienten muchos en la piel, como la sentimos quienes aún creemos en ella, y entendemos que la conformamos todos, pero no está sujeta a la debilidad de unos cuantos. Que estamos rodeados de gente buena, que no solo se nota cuando hay un sismo o tragedia.
Si bien no es un estandarte con el que nos llaman a una guerra, la Patria sí nos pide que luchemos por ella. En la medida en que despierte la verdadera mexicanidad, recuperaremos también la ruta perdida, por un México que parece escurrirse entre las manos.
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La mexicanidad olvidada
- El Pulso
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Víctor Martínez Lucio
Monterrey /