De un tiempo a la fecha, la delincuencia organizada y todo lo que hay a su alrededor despierta en mucha gente una fascinación extraña.
Esta generación consume del narco como producto en series, corridos, películas, libros y todo tipo de contenidos que recrean este mundo lleno de historias y seres casi mitológicos, que viven a salto de mata y pasan inevitablemente de la jauja a la muerte o la cárcel.
Es casi garantía que todo producto que relate estas historias tendrá éxito, ya sea que se apegue a las historias reales o bien si agrega elementos fantásticos.
El dilema es si debemos o no saber tanto del narco.
El fin de semana, en una charla con la autora del libro Emma y las otras señoras del narco, Anabel Hernández, escuchamos reflexiones interesantes sobre el tema.
En el libro habla de la vida de Emma Coronel y otras esposas del narco como Rafael Caro Quintero, Édgar Valdez La Barbie y Arturo Beltrán Leyva, entre otros.
En 28 años de trabajo, Anabel ha escrito Los señores del narco, El traidor y otras con base en entrevistas con testigos de los hechos.
Anabel asegura que desafortunadamente cada vez hay menos repudio al narco y lanza una dura crítica a los políticos que con la corrupción aumentan el poder de los delincuentes.
“Todo tiene que ver con que los mexicanos no tenemos una cultura de la legalidad, más bien tenemos una cultura de agarra lo que puedas, cuando puedas, y escapa; mientras no te descubran. Me parece que este pensamiento es lo que ha llevado a nuestro país hasta este nivel.
“He hablado en los demás libros, en otras investigaciones, de ex presidentes, ex secretarios de seguridad, políticos en general, en el momento en que estaban en el poder, y ellos también lo negaban.
“Los políticos siempre niegan y después los vemos en proceso legales en Nueva York, Tomás Yarrington o Genaro García Luna. Estamos en una crisis de valores donde la clase política es tan culpable como los propios narcotraficantes”.
Así transita México en este imperio de impunidad, ante la fascinación de la gente por saber más, consumir más y hasta admirarlos.
Lo malo es que no todas son obras tan completas como este libro, abunda la basura.
Víctor Martínez