La semana pasada en esta columna anticipábamos un martes importante en un tema crucial para Nuevo León. Decíamos que se podría sobre la mesa la propuesta de un tarifazo (aunque la palabra incomoda a nuestros gobernantes, quienes no llaman a las cosas por su nombre porque les causa escozor)
En lugar de tarifazo, corte de agua, etcétera, se usan términos como “transición al pago electrónico” o “reducción al máximo del servicio”.
Pero, para no alejarnos del punto importante, resulta que el martes cambió y superó los pronósticos con la detención de Jaime Rodríguez mientras intentaba comprar otro rancho, ahora en Terán.
De entonces a la fecha, hemos pasado de sorpresa en sorpresa, porque contra toda apuesta ya cumple una semana en las celdas el ex popular mandatario.
A la larga lista de capítulos inesperados se añaden un amparo que la defensa dice que no sabe quién promovió en favor de Jaime y, para rematar, los cateos en dos de sus propiedades.
Además de las sorpresas, esta historia se compone de traiciones que evidentemente están complicando la situación del detenido, quien no vio venir la orden de aprehensión y entró solo, porque salvo Manuel de la O, los demás han brillado por su ausencia. Por ahora.
Unos están amparados, otros con cuentas congeladas y otros en Texas, desde que vieron cerca la acción de la justicia.
Esta semana, como nos respondió Víctor Oléa el domingo por la noche, será crucial para el caso, ya en manos de un juez federal, y ante las acusaciones que prepara Samuel García, carpetas ligadas a sus acciones cuando fue inquilino del ahora maltratado palacio de gobierno.
Y el otro elemento que salta a la vista en esta historia que hoy cumple una semana, es el del juicio público, ese que construye el vox populi, a través de las decepciones, sospechas e imágenes difundidas.
Para una inmensa mayoría, más allá de lo que investiguen las fiscalías o determinen los jueces, Jaime
es culpable.
Un juicio sumario que enfrenta todo gobernante desde el primer día que toma decisiones, y sobre todo cuando se va, sin importar si lo hizo bien o mal.
Lo cierto es que es el segundo ex gobernador en la cárcel, consecutivamente, y la pregunta es incómoda, pero tal vez valdría reflexionarla: ¿cada pueblo tiene los gobernantes que merece?
Víctor Martínez
