El domingo por la tarde, mientras pedía permiso a la madre Tierra para construir el Tren Maya en el sureste mexicano, el presidente Andrés Manuel López Obrador dijo claro: “En la Cuarta Transformación, progreso con justicia; progreso sin justicia es retroceso.
Nada mal esta frase como bandera o grito de batalla cuando se da una noticia como la de ayer.
Un aumento al salario mínimo, que por mínimo es indigno desde hace muchos años para todo el que lo percibe y para el que lo tiene como base para un sistema de salud pública o de vivienda de interés social.
El salario mínimo dejó de ser digno hace más de 20 años, y su incremento anunciado a 102 pesos podría no ser otra cosa más que mediana justicia para los que menos tienen.
México está muy por debajo en el tema salarial comparado con sus principales socios comerciales, en particular con quienes firmó el nuevo tratado de libre comercio.
Estamos ubicados con 88.36 pesos en el último lugar con el salario más bajo, y el penúltimo es Chile, donde el trabajador percibe 263 pesos al día.
El salario mínimo en nuestro país se ha debilitado al tal grado que su devaluación alcanza el 70 por ciento. Pero, ¿cómo llegamos hasta aquí?
Hace muchos años, en 1890, en Nueva Zelanda y Australia se inventó el salario mínimo porque los trabajadores, sobre todo mujeres y jóvenes, ganaban sueldos muy bajos, y con el paso del tiempo la idea se tomó en otras naciones. México lo incluyó en una fracción del artículo 123 de la Constitución que nos rige.
Como en muchas cosas en este país, año tras año se pensaba en todo, antes que en los que menos tienen; el modelo económico se protegió de tal manera que aumentó la brecha entre los que menos tienen y los que más; quien se atrevía a proponer aumentar el salario mínimo era tachado de populista y acusado de poner en peligro al país, de ponerlo en riesgo de una inflación.
Cada diciembre, empleadores y empleados (mejor dicho sindicatos) se sentaban a negociar el aumento con los resultados que ahora vemos.
Ahora, la propuesta existente sostiene que el miedo a la inflación es injustificado, porque entre otras cosas, al aumentar el poder adquisitivo del ciudadano e incentivar el empleo formal, se da más dinamismo al mercado interno.
Ayer, el Presidente dijo que con esto iniciamos juntos una nueva etapa en la política salarial.
Señaló: “Nosotros hemos sostenido que en las circunstancias más adversas para la economía nacional se va a procurar siempre, ojalá y no tengamos problemas económicos y financieros graves, pero nunca fijar el salario por abajo de la inflación, ése fue un compromiso que hicimos”.
Lanzó además una advertencia; “No se trata de aumentar el salario por decreto, no se puede actuar de manera irresponsable, hay que tomar siempre en cuenta al Banco de México para cuidar que no se dispare la inflación”.
Los detalles de lo que vaya a moverse en este tiempo, cuando este aumento se haga efectivo, los sabremos pronto; por ahora suena bien, suena esperanzador, suena a progreso con justicia.
El salario mínimo y el porqué de su pobreza
- El Pulso
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Víctor Martínez Lucio
Monterrey /