Dan miedo las cifras reveladas ayer por el Semáforo Delictivo, sobre todo si hablamos de homicidios, delitos sexuales y violencia familiar en Nuevo León.
La incidencia en estos tres delitos se elevó el mes pasado, pese a que las autoridades estatales lo niegan, como es costumbre.
Lo harán seguramente una vez más.
El año pasado estábamos menos mal, y lo peor de todo es que estos delitos no son atribuibles a una falta de atención de las corporaciones policiacas y por consecuencia no se arreglan con discursos ni estrategias de seguridad.
Como muestra, los casos de violencia familiar son el común denominador, ya que en abril eran mil 250 y subieron a mil 563 en mayo; un aumento del 25 por ciento.
Los municipios del área metropolitana aparecen en rojo o amarillo si se habla de hechos delictivos en casa; solo se salva Santiago.
El abuso sexual también muestra un incremento; subió de 59 casos en abril a 78 en mayo.
En promedio es un aumento del 32.2 por ciento, nada agradable ni prometedor.
Por si fuera poco, mes con mes los homicidios en 2019 van por encima de lo registrado en 2018. En enero fueron 80, en febrero 110; mientras en marzo y en abril igualaron en 67, para volver a subir en mayo a 80 casos.
En promedio, estos números marcan un aumento en homicidios de 19.4 por ciento. El rasgo preocupante es que se trata de casos del fuero común y no solo de delincuencia organizada; no esas balaceras que tanto alarman.
Los municipios que son escenarios de dicha problemática son Apodaca, Cadereyta, García, Escobedo y otros no urbanos.
Si usted pone estas cifras y este tema en general frente al gobierno del presidente López Obrador, lo atribuirá a los gobiernos pasados, a su herencia maldita de desigualdad y falta de oportunidades; le dirá que con dádivas repartiendo dinero se va a resolver.
Si usted pone estas cifras y este tema en general frente a autoridades estatales y municipales, le dirán que no son tarea fácil y que existen en las administraciones programas de integración familiar, pláticas, visitas y cursos, todo ellos con un presupuesto respectivo, para recuperar el tejido social.
Pero en ambos casos la solución está lejos de ser identificada y es tan endeble como el compromiso de las autoridades. La verdad es que es una descomposición que si no les preocupa genuinamente y no se atiende con apoyo profesional será una olla de presión.
Los abusos sexuales, los homicidios del fuero común y sobre todo la violencia familiar no son causas, son efectos; son el resultado de todo lo que se ha venido haciendo mal, no de ahora, de años.
Resolverlo no será fácil.