De pronto, la algarabía se dejó sentir en buena parte de México por el triunfo de la alternancia.
Era la primera vez que perdía el PRI, y las palabras de Ernesto Zedillo lo confirmaban esa noche ante la alegría de un pueblo agraviado, cansado, que votó por hartazgo, convicción o lo que sea, pero contra los de siempre.
Aquel domingo 2 de julio Vicente Fox Quesada, el candidato distinto, el vaquero Marlboro, lo lograba tras 71 años. Habló duro, cambió los zapatos por las botas, la macroeconomía por el changarro, en resumen, la manera de hacer campaña. Demostró que era posible.
Así llegó el Partido Acción Nacional a la presidencia de la República, y abrió con ello la esperanza de que todo cambiaría: “Llegó el momento, no mañana, hoy, hoy hoy”.
Seis años después, en una cerrada contienda de la que aún quedan dudas, Felipe Calderón Hinojosa llegó a la presidencia, y pese al clamor de “voto por voto” y “al diablo con las instituciones”, entró por la puerta de atrás en San Lázaro para recibir la banda presidencial. Así se perpetuó el panismo en Los Pinos seis años más.
Pero a la par de esta permanencia, el Partido Acción Nacional se fracturó al grado de caer en una espiral sin fin, que quedó confirmada este domingo con la elección de su dirigente nacional en medio de una crisis interna, que ya no es ropa sucia que se lava en casa.
Una década que comenzó justo durante el sexenio de Felipe Calderón, justo con él mismo, aunque en su carta reclama que el PAN ha destruido la democracia interna y que la próxima dirigencia es una fiel expresión de la corrupción, mediocridad y la manipulación.
Olvida tal vez que durante su sexenio, en 2007, impuso a Germán Martínez como candidato único, cortando el periodo de Manuel Espino Barrientos. También se le pasa que en 2009 impuso a su ex secretario particular César Nava para ocupar el lugar de Martínez, quien renunció tras la derrota panista en 2009.
Hubieran sido tres, de no ser por el triunfo de Gustavo Madero, en 2010.
Pero, cuatro años después el partido seguía en caída libre, fracasó en 2012 con la derrota de Josefina Vázquez Mota y otras posiciones trascendentes, que no fueron suficientes para impedir que Madero se reeligiera.
En 2015 Ricardo Anaya ganó la dirigencia nacional y se levantó contra Madero. Todos sospechaban que el joven y destacado legislador usaría al partido, sus militantes y presupuesto para buscar la silla de Los Pinos, y no se equivocaron.
El resto de la historia nos es más cercano: Anaya trajo consigo la derrota en la presidencia, la pérdida de gubernaturas y de curules.
Pese a ello, su dominio se perpetúa con la llegada de Marko Cortés.
Se cierra así una página aciaga para el panismo, en medio del desánimo de muchos que hoy ven abierta la posibilidad de aprovechar la debacle priista y la agonía del PRD.
Pero un PAN en migajas no podrá hacerlo.
El PAN de cada día, una historia decadente
- El Pulso
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Víctor Martínez Lucio
Monterrey /