Unos cuantos minutos de lluvia vuelven loca a esta ciudad. Es algo que por frecuente asumimos como normal.
Pero el sábado, pese a las imágenes de decenas de autos convertidos en lanchas, no llovió tanto como aparenta; fueron entre 20 y 55 milímetros, según registró la CNA, nada fuera de lo común en esta temporada.
Pero tomamos como normal la inundación extrema, como que así debe ser, por razones que asumimos como irremediables, como la orografía propia de nuestra zona metropolitana, llena de desniveles y rodeada de montañas. Incluso asumimos como culpa el mal hábito del ciudadano de tirar basura en la vía pública, desechos que terminan en las calles y después tapando alcantarillas, para provocar las inundaciones.
Pero poco reflexionamos o conocemos sobre los motivos técnicos de este fenómeno que provoca daños materiales y en ocasiones pérdidas humanas en la ciudad. En realidad, ni lo sucio de los ciudadanos, ni la orografía como tal deben servir de “mal consuelo” para asumir que este problema no tiene solución.
Desde hace décadas arrastramos un problema de drenaje insuficiente que nadie ha intentado siquiera resolver, gobiernos van y vienen sin que se resuelva. Muchos lo atribuyen a que una obra de drenaje profundo no gana votos, porque no se ve, sería sepultar recursos que normalmente van a obras de relumbrón.
Aunado a esta falta de política responsable, está sin duda el poco respeto a los ríos y arroyos que serían afluentes naturales cuando llueve. Tenemos arroyos como el Topo Chico, Talaverna y el Obispo; además de ríos como La Silla, Pesquería y obviamente el Santa Catarina.
En el caso del Topo Chico es necesario no solo respetar su cauce, sino una ampliación para que su capacidad, hoy en día insuficiente, se convierta en una solución a la zona. Faltan también colectores secundarios, sistemas de alcantarillado de buena calidad.
La red que existe actualmente está rebasada, lo evidencia el agua que corre, cada que llueve, libremente por las calles y avenidas como Leones, Ruiz Cortines, Lincoln o Fidel Velázquez.
Las obras viales que se proyectan también van cargadas de improvisación en la materia; en el menor de los casos, en el peor de irresponsabilidad, como el caso de un paso deprimido en Manuel L. Barragán, que se inunda ante la menor caída de lluvia por algo que irrisorio, pero real, lo construyeron al mismo nivel de fondo que el Topo Chico, que corre justo en paralelo.
Las soluciones solo las pueden encontrar los especialistas, con la voluntad y sobre todo con los recursos necesarios, porque no es cosa menor y se lleva tiempo. Existe el conocimiento en la materia aquí en Nuevo León.
Es fácil escribirlo, no tanto resolverlo, pero si nadie se compromete y pronto, cuando menos lo imaginen, estaremos “con el agua hasta el
cuello”, seguiremos viviendo días de inundaciones y asumiendo que nada podemos hacer al respecto.