La situación en la que nos ha puesto el covid-19 parece no darnos alternativa, tenernos sometidos, pero por extraño que parezca existen dos caminos en medio de esto que nos tocó vivir.
Parece una elección simple entre el aislamiento y la reconstrucción interna, de acuerdo con especialistas en salud mental.
El aislamiento y el consecuente cambio de rutinas pueden generar una preocupación excesiva no solo por el tema de la salud, por el trabajo y la situación económica o los planes del futuro próximo.
Nunca habíamos vivido algo así, por ello es importante reconocer el grado de ansiedad o incluso el coraje por la restricción de la libertad de tránsito.
El eslogan repetido hasta el cansancio; “quédate en casa”, entraña de inicio un reto psicológico
En el aislamiento se tiende a imaginar los peores escenarios que le puedan pasar a uno mismo, lo que puede ocasionar inquietud y temores que realmente son un riesgo para quienes son emocionalmente frágiles.
Aunque cada quien reacciona de diferente manera, existe tendencia a autoculparse por comportamientos o acciones pasadas, o incluso sentirse responsables en exceso de las conductas de los demás a la hora de hacer un balance.
Salvo excepciones por alguna limitación física o de salud, quienes hoy están atendiendo la indicación de quedarse en casa, sufren, cuentan las horas para que todo pase y volver a la libertad.
Lejos de tomar éste como un tiempo perdido, es de provecho evaluar y proyectar un reconocimiento de nuestra condición de salud, física y emocional.
Es posible aprovechar el tiempo manteniendo una rutina normal de vigilia-sueño, comer lo suficiente, pero saludable; mantenerse ocupado de forma creativa, buscar un reconocimiento de nuestro entorno físico y así poder generar ideas de cambios.
Permitirse reconocer todas las emociones propias y evaluar, tal vez si es necesario acudir a consulta con un especialista de la psicoterapia cuando todo esto pase o de una vez, de manera virtual.
Crear y mantener actividades agradables o relajantes adaptándose a los recursos y espacios limitados; como dibujar, hacer ejercicio, meditación, cocinar, jardinería y muchas otras.
Mantener contacto equilibrado con las personas más importantes de nuestra vida.
No es momento para discusiones de pareja, rompimientos amorosos o deshacer vínculos.
No dormir todo el día, eso nos acerca a la depresión o a la ansiedad. No dedicar mucho tiempo a la información que pueda ser falsa o demasiado alarmante.
En conclusión, el aislamiento puede tener un lado positivo, si se sabe manejar. Esta pausa es una oportunidad de crear un equilibrio físico, mental y emocional.
Así navegamos entre el aislamiento y la reconstrucción interna, tenemos tiempo para decidir si perder la oportunidad o salir fortalecidos.
Agradecimiento al doctor Ernesto González Covarrubias, psicólogo clínico y psicoterapeuta, por su apoyo en la elaboración de estos conceptos básicos e importantes hoy más que nunca, ante una experiencia que por primera vez debemos vivir.