Dentro de las cosas positivas del trabajo legislativo de los diputados en el Congreso de la Unión, este día fue designado para reconocer la aportación de los maestros en la formación educativa de la sociedad mexicana.
A lo largo del crecimiento académico de millones de mexicanos el papel de los docentes ha sido fundamental, para bien o para mal, escribiéndose páginas y páginas en la historia de cada alumno.
En algunos casos sus valoraciones implacables despiertan el malestar de los estudiantes afectados y en otras su blanda postura los lleva a obtener el calificativo de "barcos".
Justo o injusto el actuar de los maestros y en un ejercicio de valoración, también se podría aplicar un examen a la inversa, es decir asignar una calificación a su desempeño como parte esencial de la formación de la sociedad.
Llegar tarde o no llegar a clases, finalmente está el sustituto que puede ser otro maestro o algún sindicalizado.
Asistir en condiciones no aceptables o incluso bajo los efectos de Baco, ser agresivos o hacerse el simpático con los alumnos y otros tantos aspectos a calificar, pueden ser argumentos suficientemente para reprobar a un maestro.
O anteponer sus compromisos sindicales antes que los intereses de los educandos.
En el otro extremo del salón ubicamos a los maestros a quienes al paso de los años seguimos recordando con gran cariño por su incansable compromiso con nuestra formación.
Siempre atentos y con una disposición para ayudarnos a aprender alguna fórmula, regla ortográfica o desearnos un futuro lleno de éxitos y buenos deseos.
Siempre comprometidos más allá de su deber, dando lo máximo para que todos sus alumnos sean mujeres y hombres de bien.
A todos ellos un reconocimiento, porque gracias a su dedicación, generaciones de mexicanos hemos salido adelante y tenemos la preparación y las herramientas para hacer frente a un entorno cada vez más complicado.
Al maestro con cariño.
