Desde hace décadas, la calle ha sido el escenario más contundente de una ciudadanía que se cansa. Ahí, donde el pavimento se convierte en lienzo de gritos, pancartas y consignas, es donde se revela el verdadero estado de ánimo de un país. No es nuevo: lo vivimos en el 68, en el 94, en los movimientos por Ayotzinapa, por justicia ambiental, por derechos de las mujeres y ahora, en cada esquina del país donde una madre exige que su hijo regrese con vida.
En Tamaulipas, las calles han vuelto a ser ocupadas: familias de desaparecidos, como en el caso de las mujeres en la carretera a Reynosa o los músicos que aparecieron sin vida, se organizaron y movilizaron para exigir lo mínimo: ser escuchados. No se trata de ideología, ni de partidos: es la reacción natural del pueblo cuando las instituciones se vuelven sordas, cuando el dolor no cabe en casa y tiene que desbordarse en el espacio público.
Pero no todas las movilizaciones son espontáneas. Hay marchas fabricadas desde el poder, con acarreados, banderas recicladas y discursos prefabricados. Simulaciones que buscan aparentar respaldo social. No son manifestaciones, son montajes. Mientras tanto, las auténticas luchas se gestan en la intemperie, en el agotamiento, en la rabia legítima.
Hoy incluso la indignación se digitaliza. Plataformas como Roblox han sido usadas para hacer protestas virtuales, como sucedió tras los operativos contra migrantes en Estados Unidos. Los jugadores crearon entornos virtuales con avatares que ondeaban banderas mexicanas. Una especie de mitin en el metaverso. Impactante, sí. Pero lo virtual, sin acción concreta, se queda en símbolo. Y la justicia, como el dolor, exige pasos firmes y reales.
Las redes movilizan, pero es en la calle donde retumba el hartazgo. El día en que dejemos de salir, será porque la esperanza también decidió quedarse en casa.
Lo más llamativo es cuando el hartazgo ciudadano llega al punto de tomar espacios públicos como palacios de gobierno, ayuntamientos y otras instalaciones oficiales para mostrar su malestar, y de pronto… por arte de magia, los familiares desaparecidos aparecen, se logra la libertad de presos arrestados injustamente o se atienden demandas básicas como agua, baches y energía eléctrica.
La historia es cíclica. Y los tiempos actuales parecen avisar que ahora la gente está cansada de un gobierno de izquierda. Algo profundamente paradójico.