Uno de los grandes pendientes para los tamaulipecos en las últimas dos décadas, con todo y la alternancia, es la procuración e impartición de la justicia. En los últimos seis años los delitos bajaron, pero fue ante un hartazgo de la población al no encontrar respuestas a feminicidios, robos, desapariciones y más casos archivados.
Esa terrible dolencia en el ciudadano común contrasta con la forma de uso de esta institución como del Supremo Tribunal estatal. Los hechos, incluidos el asesinato de tres periodistas, pasaron dentro de la corporación a un tercer o cuarto plano; por ende, los magistrados poco o nada hicieron, cuando la principal tarea era obedecer las indicaciones desde la oficina del tercer piso de Palacio de Gobierno hacia aquello que hiciera ver mal a los Vientos de Cambio.
El tema sigue igual y la figura señalada de arremeter bajo el mismo sentido es el ex candidato a gobernador César Verástegui Ostos. Todavía en la Cuarta Transformación, aquella que trató de impedir a base de detenciones arbitrarias, mueve sus hilos dentro de la FGJ y en el Poder Judicial como un revanchismo contra sus rivales.
Recordemos la campaña de hace un año. Fueron "encerrados" Américo de la Garza, Adrián Cruz, pero también se persiguió a Olga Sosa, Claudio de Leija, Sergio Villarreal, operadores de Maki Ortiz en Reynosa y Mario López en Matamoros. Todo, por instrucción de Francisco García Cabeza de Vaca.
Incluso hasta en los propios. El caso más relevante está en Ciudad Madero y sobre Andrés Zorrilla Moreno, el único abanderado panista en llegar al Ayuntamiento; como varios, decidió resguardarse o irse del estado hasta pasar la votación ganada por Américo Villarreal Anaya.
Así se presta la justicia en Tamaulipas desde el interior. No sabremos nada de quién y por qué mataron al periodista Antonio de la Cruz, pero el uso de la Fiscalía para tintes políticos persiste.
Con la recuperación del Congreso del estado, la siguiente fase para Américo es, a fin de asegurar la gobernabilidad, sacudir el tema judicial desde sus entrañas, erradicar el pasado y establecer en sus integrantes la encomienda de dar un servicio para todos, sin fines personales o de grupo.