La cultura, en nuestro país, nace y se desarrolla al igual que nuestra República misma, con diversos personajes y lugares. Los movimientos migratorios -por diversas causas-efectos- han hecho que seamos una nación intercultural. Como bien apunta el poeta, investigador y escritor Roberto Arizmendi Rodríguez, al referirse, en pequeño gran homenaje al promotor cultural y educador Gómez Can, en amable entrevista que para nuestros lectores de MILENIO Puebla nos concedió el poeta aguascalentense. Nos comparte Roberto:
“La congruencia entre el ser y el hacer, entre acción y pensamiento, es arte que describe, perfila y diferencia al ser humano. Cuando pienso en ello, recuerdo a José Enrique Gómez Can, defensor de su pensamiento y constructor de su historia a partir de lo esencial de sí. Hombre observador, acucioso lector, analítico, culto y buen conversador. Mucho puede decirse de Enrique en el recorrido de un camino fructífero y múltiple”.
“Heredero de un linaje maya, en 1965 llega a la Ciudad de México, dejando atrás sus años infantiles y de primera juventud, vividos en el Puerto de Veracruz, para realizar sus estudios profesionales universitarios. Como todos quienes llegamos desde el interior del país, la vida en la metrópoli era el descubrimiento de un mundo nuevo, la avidez por conocer todo en su esencia y su detalle”.
“La difusión cultural fue una de sus primeras tareas y compromisos, promoviendo y realizando actividades en diferentes géneros del arte y la cultura en las colonias de la capital del país, que lo condujo luego a su participación en la programación y promoción de este tipo de actividades en la Universidad Autónoma Metropolitana, institución recién creada en el año de 1974, para luego incorporarse al mundo de la educación, especialmente del nivel superior en la SEP”.
Posteriormente, en la Universidad Kino del estado de Sonora se desempeñó como docente comprometido con un modelo innovador, donde se impulsaba la participación de los estudiantes en proyectos de investigación y de desarrollo tecnológico, junto a los académicos, aportando desde el primer semestre, de acuerdo a su avance y desempeño escolar. Esto implicaba un compromiso de acompañamiento y guía con los estudiantes que reflejaba el retorno a la esencia del maestro, más cercano al desarrollo personal de los alumnos que a la simple transmisión de conocimientos.
La gratitud de sus alumnos se expresaba de manera cotidiana y cuando terminó sus tareas ahí afloraron varias manifestaciones de afecto y reconocimiento. Un poema que le dedicaron de despedida dice: “Su alma de agua marina, / su cálida sencillez veracruzana, / su dulce inteligencia cristalina, / su florida caballerosidad / limpia como arroz, clara como mañana / y su nobleza que hechiza, / río de mariposas vuelan / y volando van tejiendo la belleza en nuestra alma”.
“Martha, su fiel y cariñosa compañera, fue complemento definitivo para construir una historia en la que figuran de manera significativa sus tres hijos: Martha, Ricardo y Luis. En 1987 los recibe Ensenada, presintiendo el ambiente cultural y humano que crearían para hacer de una familia un germen de cultura en todos los ámbitos de la vida humana: pintura, poesía, teatro, gastronomía, vitivinicultura, el mar, la naturaleza, la convivencia humana... sustentando cada uno de sus pasos en este trayecto de vida, donde construyeron una historia que es la gran herencia que nos han dejado para siempre”.
ROBERTO ARIZMENDI (Aguascalientes, 1945). Ha publicado 62 libros, de los cuales, 35 son de poesía, 5 epistolarios, 6 de literatura testimonial, 5 compilaciones de poetas latinoamericanos y varios sobre educación. Además, en 34 libros aparece como coautor.
Víctor Bacre Parra