“La casada infiel”:
“Y que yo me la llevé al río/creyendo que era mozuela, pero tenía marido./Fue la noche de Santiago y casi por compromiso./Se apagaron los faroles y se encendieron los grillos./En las últimas esquinas toqué sus pechos dormidos,/y se me abrieron de pronto como ramos de jacintos./El almidón de su enagua me sonaba en el oído,/como una pieza de seda rasgada por diez cuchillos/Sin luz de plata en sus copas los árboles han crecido,/y un horizonte de perros ladra muy lejos del río./“Pasadas las zarzamoras, los juncos y los espinos,/bajo su mata de pelo hice un hoyo sobre el limo./Yo me quité la corbata. Ella se quitó el vestido./Yo el cinturón con revólver/Ella sus cuatro corpiños./Ni nardos ni caracolas tienen el cutis tan fino,/ni los cristales con luna relumbran con ese brillo./Sus muslos se me escapaban como peces sorprendidos,/la mitad llenos de lumbre, la mitad llenos de frío./Aquella noche corrí el mejor de los caminos,/montado en potro de nácar sin bridas y sin estribos./No quiero decir, por hombre, las cosas que ella me dijo./La luz del entendimiento me hace ser muy comedido./Sucia de besos y arena, yo me la llevé del río./Con el aire se batían las espadas de los lirios./“Me porté como quien soy./Como un gitano legítimo./Le regalé un costurero grande de raso pajizo,/y no quise enamorarme porque teniendo marido/me dijo que era mozuela cuando yo la llevaba al río./” (Federico García Lorca).
Tener “Duende” es otra de las aportaciones que García Lorca nos obsequió. Dentro de su polifacética personalidad e ingenio el poeta, dramaturgo y escritor más leído en nuestro idioma español, a nivel mundial, construye el concepto de “Duende” . Dice Madroñal:“En 1933 Lorca imparte una conferencia en Buenos Aires en la que nos explica lo que es el duende. ‘Estos sonidos negros son el misterio, las raíces que se clavan en el limo que todos conocemos, que todos ignoramos, pero de donde nos llega lo que es sustancial en el arte’. Y ‘así, pues, el duende es un poder y no un obrar, es un luchar y no un pensar. (…) Es decir, no es cuestión de facultad, sino de verdadero estilo vivo; es decir, de sangre; es decir, de viejísima cultura, de creación en acto’”.
A lo largo de todo el texto, Lorca contrapone el duende al ángel y a la musa porque: “ángel y musa vienen de fuera; el ángel da luces y la musa da formas (…) En cambio, al duende hay que despertarlo en las últimas habitaciones de la sangre. (…) La verdadera lucha es con el duende”. Y nos avisa de que “para buscar al duende no hay mapa ni ejercicio. Solo se sabe que quema la sangre como un tópico de vidrios, que agota que rechaza toda la dulce geometría aprendida, que rompe los estilos”.
Siempre en lucha contra el ángel y la musa nos anuncia que “la llegada del duende presupone siempre un cambio radical en todas las formas sobre planos viejos, da sensaciones de frescura totalmente inéditas, con una calidad de rosa recién creada, de milagro, que llega a producir un entusiasmo casi religioso”.
Obviamente, “todas las artes son capaces de duende, pero donde encuentra más campo, como es natural, es en la música, en la danza y en la poesía. Estas necesitan un cuerpo vivo que interprete, porque son formas que nacen y mueren de modo perpetuo y alzan sus contornos sobre un presente exacto”. (Madroñal, E. “La Mar de Onuba”, Revista de Actualidad, Cultura y Debate).
Víctor Bacre