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La justicia en la sangre

Algo que a muchos de mis amigos y familiares les parecía cómico o divertido era que, durante mi infancia y adolescencia, se presentaban muchos capítulos o situaciones en las cuales se hacía evidente mi falta de control o “prudencia” en momentos en los que a mi parecer se tenían desacuerdos, diferencias o quizá injusticias. Me decían: ¡Siempre te gusta tener la última palabra! O ¡ya dijo el juez! (Mientras hacían el sonido del mazo de juez al golpear).

Cosa curiosa porque en realidad terminé siendo un juez, pero no un juez de toga y martillo, sino uno de careta y gorra, uno de terreno de juego, más en concreto: un umpire de beisbol.

Cuando esas mismas personas se enteraron del camino que había tomado y me había convertido en umpire profesional, me dijeron: “como anillo al dedo te quedó ese trabajo, son el uno para el otro”.

Mi amor por el beisbol inicio el mismo día que nací, ya que mi familia es la típica familia beisbolera en la cual se desayuna, come y cena beisbol, difícil habría sido no darme cuenta que ya lo tenía en la sangre. En una ocasión hasta el pinito de navidad fue de puras gorras, guantes y pelotas de beisbol.

En esta profesión se debe tener sangre fría y mente abierta, una de las primeras indicaciones que se nos dan es: “sigue adelante que el juego no acaba”, y esto nos dice que si cometemos un error debemos dejarlo atrás y enfocarnos para la siguiente jugada, lo pasado, pasado está.

Este pensamiento es algo que ya está tan arraigado en mi persona que en ocasiones hasta me roba el poder valorar o disfrutar mis emociones en situaciones felices o también dolorosas porque de inmediato me preparo para lo siguiente.

Mi carrera inició a mediados del año del 2008 teniendo como mi primer instructor a Pablo Rangel, quien se encontraba en la entonces llamada Academia de Beisbol “Ing. Alejo Peralta y Díaz Ceballos”, ubicada en El Carmen, Nuevo León. Ahí completé mi preparación física y teórica durante un año y medio; este periodo estuvo lleno de retos, ya que mis limitaciones físicas (mi estatura) requerían un esfuerzo físico mayor para lograr las mismas metas que mis compañeros.

Debuté un 19 de marzo de 2010 en el Parque 27 de Febrero de Villahermosa. Fue una noche de mucho nerviosismo, tenía todas las enseñanzas que había recibido de “Don Pablo” y de Luis Alberto Ramírez (coordinador general de umpires). Repetía una y otra vez… “el conocimiento es poder y yo tengo el conocimiento, solo deja que fluya”.

Mi desarrollo profesional ha sido un proceso difícil porque para llegar a donde estoy he tenido que trabajar muy duro, he tenido que convencer a mucha gente de que mi trabajo es solo eso, un trabajo genuino de una persona que se esfuerza por hacer lo correcto, que se prepara para afrontar las complicaciones que se presenten y que no le da miedo tomar decisiones.

Es sabido que una de las dos partes (los equipos) se verá afectada por mi veredicto, pero mis palabras solo van acompañadas de justicia para el afectado y de castigo para el infractor, pero siempre he dejado en claro mi imparcialidad como umpire profesional.


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Vicente Madero
  • Vicente Madero
  • Umpire de la LMB
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