Comer es uno de los grades placeres de la vida. Es además el combustible para que el cuerpo se mantenga vivo, así como un elemento que da pie a encuentros personales e intercambios de ideas que facilitan nuestras relaciones. La comida define y distingue a las culturas y tradiciones, también refleja la manera en como nos relacionamos con el afecto.
En México gozamos de una maravillosa gastronomía. No en balde, y de acuerdo con la UNESCO, la comida mexicana es patrimonio de la humanidad junto a la comida francesa, mediterránea y japonesa. Nuestra comida tan variada y rica es sin duda una de las grandes fortalezas de nuestra cultura, motivo de orgullo de los mexicanos y razones para hacer turismo en nuestro país de propios y extraños.
En lo personal comer me hace sentir que soy permisiva, que me consiento, me entrego y me nutro. Expertos definen el acto de comer como un comportamiento involuntario o voluntario donde se involucran experiencias, recuerdos y emociones. Eso explica el porque ‘’nada sustituye el delicioso guiso de la abuela’’, o que cocinar para una persona sea de las muestras de afecto más apreciadas por los seres humanos.
En tiempos de crisis como el que atravesamos por la pandemia, es frecuente que se generen episodios de ansiedad, mismos que han sido compensados con la comida de productos altamente procesados, con altos niveles de azúcar, sodio y grasas. Seguramente han escuchado a más de uno decir: ‘’la pandemia me engordó’’.
Lamentablemente México ya era uno de los países con más altos índices de obesidad y esta situación se ha acentuado durante la pandemia en donde el 35% de los hombres y el 45% las mujeres, entre 30 y 50 años, hoy la padecen. Esta obesidad era ya considerada por el mundo de la medicina como una epidemia silenciosa y una de las principales causas de muerte en nuestra población ya que propicia enfermedades crónicas degenerativas tan graves como la hipertensión, la diabetes y en general las enfermedades cardiacas.
Ahora todos sabemos que padecer obesidad y las enfermedades que de ella derivan es una agravante muy seria en el mundo del covid-19 y aumentan las probabilidades de enfermarse gravemente y hasta de perder la vida.
Toda vez que continua la pandemia seguramente vienen kilos y meses difíciles aún, por lo que observar lo que comemos podría evitarnos situaciones contraproducentes como parte del cuadro clínico de la ansiedad.
En el acto de comer y seleccionar los alimentos entran en juego factores como el apetito, el nivel de ingresos y la disponibilidad del alimento sanos y bien balanceados. Es por ello que, ante las nuevas carencias económicas que atravesamos por la pandemia y desde una óptica pública, será necesario construir sistemas de alimentación más sostenibles e inclusivos, mejores insumos y mayor consciencia sobre los riesgos de alimentos altos en grasas saturadas, azúcares y sales. Igualmente, importante es incorporar a nuestros hábitos una vida físicamente más activa.
Yo dudo que nuestros antecesores hayan sido delgados sólo porque comían más sano, sino porque también tenían una vida muy activa buscando alimento y huyendo de los peligros.
La educación para lograr una vida saludable es fundamental en nuestros días y esto incluye las prácticas de respiración, relajación y meditación que nos pueden reducir los niveles de estrés y de ansiedad.
Lamentablemente muchos hemos abandonado la práctica de cuidar lo que comemos y ejercitar y cuidar nuestro cuerpo y alma.
Cuidar la alimentación no solo beneficia al cuerpo sino que contribuye al cambio de hábitos, al manejo de ansiedad que lleva a tener una experiencia sana y satisfactoria.
Comer es una metáfora de la forma en que vivimos y también de la forma que amamos. Dice la frase que ‘’somos lo que comemos’’, y si, pero también somos aquello que disfrutamos y cuidamos.
Verónica Sánchez