Ayer, lunes 3 de mayo, se conmemoró el décimo tercer aniversario de la entrada en vigor en México de la Convención sobre los Derechos de las Personas con Discapacidad, un logro que llevó sello mexicano, al tener en Gilberto Rincón Gallardo su principal promotor.
La configuración de este instrumento internacional vino con la conformación de otro par tiempo atrás, pero como luego sucede, al paso de tiempo suelen quedar cortas o caducas y al querer reformarlas y reformarlas demandan una nueva y así surgió la Convención que hoy todavía muchos ignoran y quienes la conocen, no la acatan.
Por cierto, cada víspera de elecciones como es el caso, nace en los candidatas y candidatos una necesidad imperante por acercarse, escuchar y conocer lo que necesitan las personas con discapacidad, justo por eso, porque no las no las conocen, no las escuchan y mucho menos las tienen cerca.
Hay quienes se estrenan en la política, pero hay otras y otros, con harta experiencia en la gestión pública, viejos lobos de mar, dice el dicho, y ni así han podido enterarse de la esencia, el espíritu y la acción de la Convención: tratar a las personas como personas, independiente de su condición.
Justo eso, la definición de la discapacidad como una condición de vida, es el nuevo paradigma al que deberíamos ajustarnos todas y todos para en delante, trazar proyectos, planes, diseños, ideas, pero sobre todo un trato digno, equitativo e igualitario.
La Convención, desglosa a través de 50 artículos pautas a considerar en rubros sobre capacidad jurídica, derechos políticos, participación en la vida política y pública, trabajo y empleo, salud, educación, derecho a vivir de una forma independiente, acceso a la justicia, en otros…que se reducen a la propuesta de considerarlos como gestores y promotores de su propia vida.
Enterarnos que las personas con discapacidad no están enfermas, gracias a la entrada en vigor de la Convención, fue para muchas y muchos motivo de gozo al proclamar de una vez por todas que son libres, autónomas e independientes; para otras y otros quitarles la posibilidad de seguir enarbolando su bandera, como una “buena causa” para representarlos, en muchos casos como tutores, que los coloque en esa vía segura para ganarse el cielo a través de una donación ¿le suena? Primero Persona.