Es sábado por la noche y has decidido quedarte en casa a ver la película que recién se estrenó.
Aprovechas para revisar tu Facebook o tu Instagram, que muestra a diferentes amigos disfrutando del antro de moda o del fin de semana en Mazatlán.
De inmediato te preguntas si quedarte en casa fue la mejor decisión, si estarías divirtiéndote más en el antro o si habrá alguna plática o chisme que no escucharás.
Esta escena es bastante común en personas de diferentes edades, sobre todo en adolescentes y jóvenes debido a un sentimiento muy real conocido como fear of missing out (FOMO, por sus siglas en inglés).
El “miedo a perderse algo” es una ansiedad social que se refleja en situaciones cotidianas como el ir revisando mensajes mientras se conduce, porque no se puede dejar de ver una imagen o conversación.
En el salón de clase se observa claramente la inquietud del alumno que no está viendo sus redes. Una sensación de que no estar presente en alguna reunión o actividad significa que se está perdiendo de algo.
Las redes sociales contribuyen a fomentar esta dependencia ya que con un clic nos enteramos de todo lo que están haciendo nuestros amigos.
Las personas tienden a difundir los aspectos divertidos y románticos de su vida, lo cual proyecta una ilusión de que se vive la realidad perfecta, la que todos podemos desear.
Esta conexión social de la cual no nos podemos desprender causa el FOMO.
El sentir que mi vida no es tan alegre y espectacular, la pregunta sobre si tomé la decisión acertada de estar en un lugar y no en otro, el estrés o angustia por el arrepentimiento.
Pareciera que esto suena exagerado, pero desgraciadamente no lo es.
Es una característica de nuestra realidad, en la que no queremos estar solos y preferimos proyectar una vida falsa en lugar de mostrarnos de manera auténtica.
Este fenómeno ha sido estudiado por diversos sicólogos que han tratado de relacionarlo con factores de la personalidad, edad, momento del día en que hay mayor tendencia al FOMO y, entre otros factores, el impacto de las redes sociales.
La pregunta es si seremos capaces de aceptar lo que tenemos, lo que decidimos y el tipo de vida que llevamos; reconocer que la tecnología presenta una realidad más parecida a una fantasía y asumir que no podemos estar en dos lados al mismo tiempo, y que esto no nos genere estrés.