Política

El encuentro con Kamala Harris

En los días y semanas previas a la toma de protesta del presidente Joe Biden, una serie de comentaristas y actores políticos levantaron banderas de alerta sobre lo que anticipaban sería un inminente choque entre el gobierno del presidente López Obrador y la entrante administración demócrata. A este choque, auguraban, seguiría un inevitable enfriamiento de nuestras relaciones con Washington.

Los argumentos con los que sustentaban tan sombrío pronóstico (¿o deseo?) eran, en primer lugar, que nuestro gobierno había trabajado muy de cerca con la saliente administración Trump —como si fuera equivocado procurar una relación de respeto y cooperación con el inquilino de la Casa Blanca— y, en segundo lugar, que se había cometido un error al esperar resultados oficiales antes de extender una felicitación al presidente Biden, pese a que ello estaba en consonancia con nuestra tradición diplomática.

Tres meses y medio después, ha quedado claro que la predicción catastrofista falló. Desde el respeto a nuestras respectivas soberanías, los gobiernos de los presidentes López Obrador y Biden han desarrollado una relación de cooperación cercana y fluida, enfocada en resolver desafíos comunes en materias que van del combate a la pandemia, a la reactivación de la economía, pasando por la migración. La segunda reunión virtual que sostuvo el mandatario estadounidense tras su ascenso al poder fue con su par mexicano, y se desarrolló en un tono amistoso y bajo un espíritu de colaboración. Además, México fue el primer país del mundo en recibir vacunas contra COVID-19 desde Estados Unidos, ejemplo claro de una cooperación exitosa.

La buena relación de México con Estados Unidos está fundamentada en razones estructurales —notablemente la interdependencia de los dos países— pero también en el profesionalismo, voluntad de diálogo y convicción de encontrar espacios de coincidencia entre los altos funcionarios de ambos países, especialmente Marcelo Ebrard y Antony Blinken y sus equipos en la Cancillería y en el Departamento de Estado.

Como parte de este creciente entendimiento, este viernes tendrá lugar una reunión virtual entre el presidente López Obrador, acompañado por el canciller Ebrard, con la vicepresidenta estadounidense Kamala Harris. Esta reunión antecede un encuentro presencial que tendrá lugar semanas adelante con la número dos del gobierno de ese país. La conversación virtual tiene por objetivo avanzar hacia soluciones conjuntas para hacer frente al desafío que representan los flujos migratorios desde Centroamérica hacia la Unión Americana.

Ebrard adelantó que México —defensor de la migración segura, ordenada y regular— presentará a Harris la propuesta de extender el programa Sembrando Vida a Centroamérica, así como el Plan de Desarrollo Integral de la Cepal y otras agencias de la ONU para promover el bienestar social en esa región.

La visión bajo la cual se despliega la diplomacia mexicana va en contra de una escuela de pensamiento —enarbolada por muchos de los observadores que fracasaron al augurar el choque con Biden— según la cual México, en sus relaciones con Estados Unidos, debe ser menos proactivo. La diplomacia que dirige Ebrard, por el contrario, parte de la premisa de que México puede ser activo en la promoción y defensa sus intereses, bajo una lógica de cooperación y una expectativa de ganancia mutua.

En el tema concreto de Centroamérica, el gobierno de López Obrador está poniendo no sólo las ideas, sino predicando con el ejemplo al financiar programas de desarrollo en Centroamérica. La ampliación del Plan Integral de Desarrollo a Guatemala, anunciado en la reciente visita del presidente Alejandro Giammattei, es una señal del éxito de la cooperación mexicana en la región.

Más allá de los acuerdos que se puedan alcanzar con Estados Unidos, ahora o en las próximas semanas, es relevante que México está siendo propositivo al llevar sus iniciativas a la mesa de discusión, a los más altos niveles, y buscando construir soluciones a los retos compartidos.

Es el mismo pensamiento que guía a nuestra diplomacia en otros campos, por ejemplo, en el tema del combate a la pandemia. Decenas de diplomáticos mexicanos se han volcado con ahínco para asegurar el suministro de vacunas (más de 26 millones de dosis hasta hoy) y para promover la cooperación internacional para el acceso equitativo al biológico.

Aunque no falte quien diga que no se puede o debe, con proactividad y talento se despliega la diplomacia mexicana.

Por Daniel Millán. El autor es jefe de la Oficina del secretario de Relaciones Exteriores.

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