Agencias de la ONU calculan que en Irán viven tres millones de afganos con distintas categorías migratorias. Su red de consulados y su embajada en Kabul, así como los más de novecientos kilómetros de frontera, son algunas de las muchas muestras que reflejan la importancia que que para Irán tiene Afganistán. Irán ha sido tradicionalmente uno de sus socios económicos principales. Sin duda existe una historia milenaria compartida. Afganistán formó parte del antiguo imperio persa, en donde dejó su impronta cultural hasta el presente. Si bien la frontera entre ambos países es porosa y divide a comunidades con identidades disímbolas, ciertamente las dos naciones han carecido de disputas territoriales. De manera que lo que pasa en uno y otro lado de la frontera tiene implicaciones para el otro y, desde luego, para el conjunto de la región. Afganistán, constituye una relación de enorme relevancia para Irán en donde confluyen los intereses de numerosos y variados grupos étnicos y religiosos con afiliaciones, por decirlo de alguna manera, con intereses e identidades más amplias. Entre los grandes jugadores regionales están países como Rusia, China, Turquía, India y Pakistán.
Más allá de las diferencias ideológicas –recordar que Irán es un país islámico de mayoría chiíta frente a la filiación sunita del Talibán– persiste una actitud de pragmatismo. Irán siempre ha estado preocupado por el respeto a los grupos minoritarios chiítas. Paradójicamente, ambos confluyen en su oposición al Daesh y a otros grupos extremistas, pero también comparten su rivalidad con Estados Unidos, si bien por razones estratégicas y específicas de cada cual. El Gobierno iraní, por ejemplo, ha sido crítico del papel estadounidense en Afganistán. Sostiene que su presencia solamente trajo muerte y destrucción, y ha pedido a los afganos (debe entenderse como un mensaje al Talibán) aprovechar la oportunidad abierta por el retiro estadounidense para terminar con la miseria del pueblo afgano formando un gobierno incluyente mediante una transición pacífica que erradique la violencia.
Irán ha sido enfático en la necesidad del diálogo para una resolución pacífica, y ha mantenido conversaciones con todas las partes y grupos afganos, incluyendo al Talibán. En contraste, el Talibán había venido negociando con Estados Unidos para el retiro definitivo de tropas, con el compromiso de que el territorio afgano no volverá a ser utilizado por grupos como Al Qaeda que amenacen la seguridad de ese país.
Irán conoce bien a los talibanes –ya gobernaron Afganistán en los últimos años del siglo XX. Difícilmente olvidará la tragedia de Mazar-i-Sharif. Veinte años después se vuelven a encontrar las caras. Apenas el 5 de agosto, el ahora expresidente de Afganistán, Ashraf Ghani, fue invitado de honor en la toma de posesión del nuevo presidente de Irán, Ebrahim Raisi. Por esos días, Irán albergó un diálogo entre el gobierno y el Talibán para una salida negociada; unas semanas después, tras el colapso del gobierno, Irán mantiene parcialmente cerradas sus fronteras y mantiene abiertos sus canales de comunicación con el Talibán. Al parecer no le corre prisa por otorgar reconocimiento a un gobierno talibán, hasta en tanto no quede clara la formación del nuevo gobierno, pero en la práctica mantiene relaciones de cotidianeidad, reconociendo la situación de hecho y convencido de que ante todo es fundamental asegurar la estabilidad regional. Cabe sugerir que Irán se venía preparando para enfrentar una situación que se había hecho clara a lo largo del año, pero que solo a partir del 15 de agosto se hizo realidad. El reacomodo que tiene lugar en la región mantiene a todos los países fronterizos y contiguos en cautela, no es para menos, dada la volatilidad de la situación.
Por Guillermo Puente
Embajador de México en Irán