Cultura

Las escuelas primarias de antaño

en esta nueva etapa de cambios en la enseñanza, es útil conocer cómo se manejaba ésta hace 200 años, y apreciar la diferencia con las nuevas clases virtuales, casi imposibles entre niños de escasos recursos o habitantes de poblaciones pequeñas.

A principios de nuestra independencia, en 1822, la instrucción pública adquirió un poderoso impulso al establecerse en el país el sistema de Lancaster, o de enseñanza mutua, que permitía escuelas con alumnos numerosos, apoyada por el Gral. Agustín de Iturbide. La Regencia concedió para el establecimiento de la primera escuela la Sala del Secreto de la ya extinguida Inquisición, y el sistema se extendió con rapidez. En el Pueblo Viejo de Tampico existió una escuela lancasteriana descrita por el viajero inglés J. F. Lyon en 1826. A pesar de las vicisitudes por el estado intranquilo del país, fue muy exitoso el sistema hasta el 29 de marzo de 1890, en que las escuelas se convirtieron en nacionales.

Los alumnos se distribuían por clases en distintas filas de mesas. Las de la primera clase eran bajas y formaban una larga y estrecha caja llena de arena, bien emparejada. A la voz del inspector, los alumnos se arrodillaban y elevaban una oración al Ser Supremo, haciendo al final con la mano la señal de la Santa Cruz.

Los alumnos adelantados servían de Monitores o Decuriones, puestos de pie a los extremos de las bancas. A su lado se hallaba un “telégrafo”, consistente en un caballete con una plancha de madera, donde aparecían los caracteres para ser copiados. “Primera clase, atención: A mayúscula”. Y los niños marcaban dicha letra con un punzón o el dedo sobre la arena, trazo que luego era examinado. El maestro dirigía la operación desde una elevada plataforma. La siguiente clase escribía sobre pizarrines, y los más adelantados, que ocupaban las últimas mesas, sobre papel, copiando las muestras de letra española. Sus mesas eran inclinadas, y tenían tinteros de plomo llenos de tinta de huizache. Sus plumillas eran plumas de ganso convenientemente tajadas. Se daban clases de lectura, de aritmética, con las cuatro reglas, quebrados y regla de tres. y se dedicaba un cuarto de hora a la doctrina cristiana según el catecismo del Padre Ripalda. La limpieza y presentación eran vigiladas: cabeza, cara, cuello, dientes, manos, uñas, vestido, calzado y pañuelo.

En las escuelas antiguas había no sólo instrucción, sino educación, y sobre todo, se inculcaba el temor de Dios. Los castigos que hoy nos parecen bárbaros, consistentes en palmetazos, orejas de burro, ponerse de rodillas, etc., dejaban profunda huella en la educación de los niños, haciéndolos buenos y respetuosos. _

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Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de Notivox DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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