La comunicación masiva imperante nos acerca cada vez más a las costumbres extranjeras, pero nos aleja de las propias. Bienvenidas las novedades, pero no olvidemos nuestro rico folklore y costumbres ancestrales. Nuestro país cuenta con muchos siglos de cultura, mientras en el norte sólo vagaban tribus nómadas y bárbaras.
Así nos llegó el “Halloween”, de origen irlandés en sus principios, del cual sólo hacemos una mala copia. La Noche de Brujas empuja a los niños mexicanos a disfrazarse y pedir en las casas regalos o dulces, diciendo “Trick or Treat”, mal pronunciado, que significa “travesura o regalo”. O sea, que si no se los dan, harán alguna diablura a los residentes.
El diccionario “Appleton’s-Velázquez enuncia: “Hallow: consagrar, santificar, reverenciar”. “Hallowmass” o “Halloween” vendría a ser la misa y celebración del día de Todos Santos y la de los Fieles Difuntos, que en la Iglesia se conmemoran los días 1 y 2 de noviembre. En cuanto a la fiesta mexicana del Xantolo, su nombre proviene del latín “Santorum”, pronunciado en lengua indígena, que también se refiere a la fiesta de Todos Santos.
En los pueblos de la región huasteca se celebra tanto el Xantolo (Tempoal, Tantoyuca, Huejutla, etc.) como los Chichiquiles en Ozuluama, Veracruz. Parece que Chichiquiles significa “ofrendas”, ya que ese día se dedica a reverenciar y ofrecer alimentos a los que ya se encuentran en el más allá. En las casas de esos pueblos se coloca en la habitación principal un pintoresco altar, que preside una imagen del Sagrado Corazón o de la Santísima Virgen, rodeada de los retratos desvaídos de los difuntos de cada familia, y adornado con guirnaldas de flores de papel de china de colores y flores de zempoalzúchil y mano de león, guarnecidas de veladoras encendidas que dan un mágico encanto a la penumbra que las rodea. Sobre la mesa del altar se depositan cazuelas pletóricas de naranjas, pemoles, bocoles, tamales, mole, dulce de calabaza, botellas de caña huasteca y cuanto antojo le agradaba al difunto, quien por la noche del día 2 vendrá a saborear su platillo favorito. Desde la entrada se ha colocado un caminito hacia el altar con péalos del amarillo zempoalxúchil, que guiará el alma del difunto hacia las ofrendas. No falta también una desviación en el caminito que remata con un vaso de agua en el piso para el “ánima sola”, esto es, para el difunto olvidado.
Estas son las costumbres de nuestros “dos Méxicos”. Yo prefiero el antiguo, y pido a Dios que cuando muera, reciba en ese día aunque sea un vaso de agua pero que no me olviden.