La salud mental es un estado de equilibrio con el entorno y de bienestar emocional, cognitivo y conductual. Cuando se ve afectada de forma pasajera o crónica, debido a factores biológicos, experiencias traumáticas, estilo de vida, enfermedades físicaso estrés, se suele recurrir al consumo de psicofármacos. En ocasiones esto ocurre sin explorar previamente terapias no farmacológicas o sin considerar que algunas afecciones psicológicas podrían ser reacciones adversas de ciertos medicamentos que consume una persona.
Los psicofármacos son las sustancias activas de los medicamentos que actúan sobre el cerebro y, que tienen efectos psicológicos, como los antidepresivos, los ansiolíticos, los estabilizadores del ánimo y los estimulantes del sistema nervioso central, entre otros. Los retos de la pandemia incrementaron su prescripción y consumo en todo el mundo. En México, de 2020 a 2021, se duplicaron las ventas de ansiolíticos y antidepresivos; en España, 1 de cada 4 jóvenes de entre 15 y 29 años de edad, consume actualmente psicofármacos de forma habitual.
Muchas veces las visitas al psiquiatra resultan en una receta médica para adquirir psicofármacos que no se complementa con terapias no farmacológicas que permitan trascender situaciones emocionales de fondo. Esto ocurre desde la niñez, con la prescripción de derivados de anfetaminas para el déficit de atención, pasando por la adolescencia y la etapa universitaria para soportar el estrés escolar, hasta los adultos mayores. El fácil acceso que actualmente tienen algunos jóvenes a los psicofármacos, literalmente pone una bomba de tiempo en sus manos.
Así empezó la crisis de opiáceos que actualmente azota a los Estados Unidos, con el incremento gradual en la prescripción de medicamentos analgésicos que por su mecanismo de acción sí presentaban el riesgo de generar dependencia pero que se promocionaron como seguros y con bajo potencial adictivo y de abuso. La aceptación social de su consumo se conjugó con prescripciones médicas indiscriminadas e inspiradas por intereses económicos. También cabe recordar que, en algún momento de la historia, sustancias como la heroína, la oxicodona y el fentanilo, fueron recetadas y consumidas sin ningún reparo.
Los psicofármacos, como cualquier otro medicamento, no están exentos de provocar efectos adversos; entre ellos se encuentran, somnolencia, inquietud, temblores, taquicardias, sudoraciones, deseo sexual disminuido, ideas suicidas, caídas en adultos mayores, aumento de peso y pérdida de la memoria.
Para evitar que el consumo de psicofármacos se convierta en un grave problema de salud pública, se requieren estrategias integrales para garantizar un manejo tanto farmacológico como no-farmacológico de las dolencias mentales, conforme a protocolos clínicos validados nacional e internacionalmente y,siempre promoviendo la prescripción racional de los psicofármacos, su uso responsable y la no automedicación.
También es importante que los profesionales sanitarios, los pacientes y sus familiares, reconozcan la importancia de evitar tratamientos innecesariamente prolongados por su riesgo de causar dependencia o conductas de riesgo. Para algunos casos habrá que ofrecer programas para desacostumbrar al pacientede los psicofármacos, revalorando su situación clínica, y acompañando la reducción gradual de dosis con un soporte psicoterapéutico adecuado.
Asimismo, todos los centros de trabajo, escuelas, universidades y centros comunitarios debieran contar con departamentos de promoción y atención a la salud mental que procuren un abordaje de primera línea, sin estigmatización, que conduzca al diagnóstico y manejo más oportunos y apropiados para cada caso.
Lucila Isabel Castro Pastrana