Al igual que diversos sectores, el educativo, durante las décadas de los noventa y dos mil, fueron sometidos a una intensa y forzada modernización en sus procesos administrativos y educativos, utilizando las tecnologías de la información como principal estandarte. Este proceso sumado a la panacea del internet ha devuelto altas e imparables inversiones, como los centros de cómputo, servidores, computadoras, enlaces a internet, licenciamiento de software y servicios de consultoría, todos, con un desgastante proceso de defensa y justificación en la autorización presupuestal por sus incrementos anuales exponenciales, obsolescentes y siempre, cotizados en moneda extranjera.
Algunos detractores aseguran que el core process de las instituciones educativas no es la tecnología, otros señalan que, ignorar la modernidad, es condenarse la obsolescencia ante un mundo de feroz competencia dominado por los nativos digitales. Lo cierto es que también muchos salones de clases en México no han evolucionado en los últimos siglos y algunas instituciones con grandes inversiones tecnológicas siguen impartiendo cátedra utilizando técnicas pedagógicas ancestrales en aulas climatizadas, con bancas cómodas, proyectores y acceso a internet cada vez, más limitado.
Un menor grupo de instituciones está descifrando las necesidades el mundo laboral y el perfil generacional actual, mejorando sistemas de información para procesos administrativos y, también, robusteciendo los procesos pedagógicos para fortalecer las competencias profesionales y conocimientos de sus egresados.
Por otra parte, el sector tecnológico sigue evolucionando. Desde hace más de una década la proliferación de los servicios open source y on demand están desplazando, cada vez con mayor éxito, a los grandes monolitos tecnológicos. Ya no es necesario tener un data center in campus, puedes rentarlo con Amazon u otras diez mil opciones en el mundo, distribuirlo y crecerlo, sólo, si es necesario.
El licenciamiento tradicional ha sido sepultado, las herramientas para salón de clases son gratuitas a cambio de publicidad y cada día los estudiantes descubren más y mejores aplicaciones; el software y correo electrónico gratuito son accesibles desde los teléfonos con internet que pagan los estudiantes. Los repositorios de materiales y contenidos, son abiertos, los portafolios de evidencias deben estar accesibles universalmente: a nadie le interesa guardar en secreto el conocimiento, por el contrario, es indispensable generar influencia y promoverlo por cualquier medio, incluidas las redes sociales.
Algunos retos se mantienen: la seguridad, disponibilidad y velocidad de adopción. En la otra mano tenemos el costo de la propiedad y el retorno de la inversión, pues el tsunami también trajo como resultado una nueva noticia: la tecnología en el sector educativo sigue siendo una ventaja competitiva, pero también, es un commodity intercambiable, no una razón de ser.
MARTÍN GONZÁLEZ
[email protected]