La industria de la construcción se encuentra entre las de mayor impacto ambiental en el planeta. La producción de cemento emite entre el 5 y 7 por ciento del dióxido de carbono antropogénico, además de otros gases nocivos, como óxidos de nitrógeno, dióxido de sulfuro y polvo. Esto la pone como una de las principales impulsoras del calentamiento global y la contaminación atmosférica. Otro ingrediente clave de la construcción es el hierro y el acero, además de consumir enormes cantidades de energía con sus consecuentes emisiones, también utiliza grandes cantidades de agua, que devuelve contaminada con metales pesados, cianuro y aceites. En China, uno de los principales productores de estos metales, dicha industria utiliza el 14 por ciento de toda el agua en el país.
Los datos anteriores nos dan apenas una idea de los impactos ambientales que tiene la construcción. Pero debemos recordar que la construcción provee un servicio social. En particular la construcción de vivienda debería proveer de un refugio a la población que así lo requiera. No obstante, la edificación de casas y departamentos no necesariamente cumple esta necesidad.
Actualmente se construyen grandes proyectos de lujo, y muchos permanecen vacíos después de su venta.
Quienes los adquieren no lo hacen con la intención de residir en ellos, si no, como instrumento de inversión. Esperan que su precio se incremente de forma importante cada año, para en un futuro venderlos con una ganancia. Esto se traduce en grandes complejos habitacionales que están totalmente vendidos pero que permanecen en su mayoría vacíos. Algo que contrasta con un 76.2 por ciento de la población mexicana que se encuentra imposibilitada para adquirir vivienda. Las corporaciones dedicadas a la construcción en su mayoría prefieren los proyectos de lujo por su amplio margen de ganancias, a pesar de que estos no responden a una necesidad real de vivienda. El problema se traduce en activos financieros que contribuyen fuertemente a la contaminación de aire y agua, incrementando el calentamiento global y aumentando la desigualdad social.
Aún queda otro elemento que puede representar un enorme impacto ambiental, el terreno donde se edifica. Pues la construcción de vivienda puede desplazar tierras agrícolas y ecosistemas naturales como bosques, selvas, manglares, entre otros. Lo que deriva en una menor biodiversidad, capacidad de regulación climática y de contaminantes. En México un caso notorio es el explosivo crecimiento inmobiliario de la Península de Yucatán. Donde se ha encontrado una enorme deforestación que está fuertemente asociada a cambios en la tenencia de la tierra y la parcelación de ejidos. Cambios que a su vez están ligados a la construcción de viviendas para venderlas en un mercado externo.
Es lógico que las personas inviertan en activos que les generen buenos rendimientos. Pero en el caso de la vivienda esto genera fuertes impactos ambientales como contaminación, cambio climático y pérdida de biodiversidad. Además de contribuir a la desigualdad social. De ahí la necesidad de una regulación que delimite la construcción de vivienda, resuelva su necesidad y evite que se vuelva simplemente un bono contaminante.
Alejandro Arrias del Razo