Los ciclos de innovación tecnológica ofertan soluciones a problemas prácticos de diversa índole, sin embargo, también ofrecen nuevos medios para materializar nuestra individualidad y crear arte, tal como lo verificamos con la invención de la imprenta, las técnicas desarrolladas en el Renacimiento, así como a través de las innovaciones que soportan la interactividad de las obras multimedia. Ante lo aquí argumentado, cuando hablamos de arte, generalmente vinculamos el término con las artes plásticas, literarias, visuales, e incluso con los derechos conexos asociados a las mismas. Ahora, para entender estas obras, uno inicia con una suposición: que el ser humano responde a los patrones que se presentan ante sus sentidos, y que ciertos arreglos en la proporción de dichos patrones resultan placenteros, dotando así de encanto a museos, galerías y casas de subastas alrededor del mundo.
En los referidos espacios, uno puede apreciar cómo estos patrones se ajustan para reflejarla influencia de las llamadas escuelas, movimientos políticos, crisis económicas, así como el estado de la tecnología. Sin embargo, la idea de las interacciones y apreciaciones tradicionales aquí referidas está siendo desafiada a través de propuestas de gran interés en el marco de la transición entre las denominadas tercera y cuarta revoluciones industriales. En la misma, el mundo del arte ha desarrollado y adoptado una serie de medios y soportes que van desde la creación de arte plástico tradicional a través de entidades de inteligencia artificial, hasta la incorporación de derechos en cadenas de bloques que, en muchos casos, nos han permitido trascender a los elementos tangibles que configuraron las teorías «tradicionales» del arte y de la propiedad intelectual a la luz de casos como Pope vs.Curll y Bach vs. Longman.
Entre los elementos que generan mayor interés, uno puede invocar a los tokens no fungibles, popularmente conocidos como NFT. Ahora, cuando hablamos de un NFT, ¿estamos ante una obra de arte o frente a algo más?¿Porqué alguien pagaría miles, incluso millones de dólares por un token que aparentemente incorpora una obra no fungible? ¿Cuál es la intención del artista? Para dar respuesta a lo anterior, primero hay que entender qué es un NFT, el cual puede ser entendido como un activo que es incorporado de forma digital en un token que a su vez queda identificado en un registro digital distribuido. Por supuesto, hay diversas tecnologías de registro distribuido y varias categorías de NFT. La mayoría están compuestos de meta data que contiene información de una obra tangible o intangible, así como su representación digital, sin que la misma represente a la obra per se. Digamos que estamos ante una postal digital. Las menos comunes pueden ser descritas como tokens donde la obra está cargada directamente en la cadena de bloques y donde su valor debe estar debidamente ponderado en la incorporación de la obra y los términos de los derechos patrimoniales que le acompañan. Ciertamente, ambas categorías tienen potencial en el mundo del arte. La primera categoría, por ejemplo, empieza a ser analizada y discutida en el marco de registros privados de carácter declarativo, así como en la organización de exhibiciones de obras tradicionales a través de NFT. Las segundas, nos presentan una nueva categoría de soportes para incorporar nuevas expresiones y formas de interacción. Ambas, a mi parecer, son el presente del arte.
Israel Cedillo