“Sobre sí mismo, sobre su cuerpo y su espíritu, el individuo es soberano”
-John Stuart Mill
En junio pasado, en México se celebraron elecciones, por todas partes se veían panfletos y anuncios que estimulaban a la población a ejercer el sufragio, “tu voto es útil, es un derecho, utilízalo y expresa tu voluntad”. Cuando se emitieron los resultados encontramos expresiones de felicidad, esperanza, así como de enojo y frustración.
Este hecho es un buen ejemplo de que las acciones que llevamos a cabo provocan emociones que exacerban los sentimientos en los individuos.
John Stuart Mill (Londres 1806-1873), precursor del utilitarismo como filosofía del siglo XIX, muestra una combinación del individualismo acendrado con la convicción de que el hecho de participar o formar parte de un grupo cultural, otorga derechos y obligaciones que generan cambios al interior del sujeto.
Mill presenta un pensamiento muy avanzado en el cual habla del derecho al voto femenino y muestra un enfoque cualitativo de esta corriente filosófica, profundizando en el significado de la felicidad.
Mill entiende por felicidad el placer y la ausencia de dolor; por infelicidad, el dolor y la falta de placer. La finalidad de la vida es lograr la felicidad, es decir, conseguir lo que satisface nuestros deseos materiales y espirituales.
“Si la libertad consiste en poder hacer todo lo que no perjudique a otro, el ejercicio de los derechos de cada hombre no tiene límite más que los que aseguran a los demás miembros de la sociedad, el goce de estos mismos derechos”.
Reflexionar sobre la libertad de ciertas conductas como el voto, la expresión, la elección de una pareja amorosa, embarazarse, abortar, el derecho a una muerte digna en enfermedades terminales, etcétera, nos lleva a analizar que es un tema que se sigue discutiendo como si no fuéramos dueños de nuestra propia vida, pero si pensamos que a nuestra mente y a nuestras ideas nadie las puede encarcelar o limitar, nos daríamos cuenta que –como dice Jean Paul Sartre– “el hombre está condenado a ser libre”.
Miriam Colín y Vanessa Aguilar
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