Las emociones son un entramado sociocultural y lingüístico que da sentido a quienes somos y a nuestras interacciones con otras personas desde un lugar y un tiempo determinados. En México, un país multicultural con más de 68 lenguas indígenas (Inegi, 2022), cada comunidad tiene formas únicas de expresar sentimientos, pasiones, emociones y afectos. Esta riqueza lingüística y cultural se manifiesta en cómo las sociedades indígenas han adaptado sus formas de comunicación emocional a lo largo del tiempo, así como han expandido sus vínculos afectivos a través de las fronteras derivado de la migración.
La riqueza de la diversidad cultural nos enfrenta a múltiples culturas afectivas que no son fácilmente traducibles a otros idiomas. Corremos el riesgo de esencializarlas y de no comprenderlas en su debido contexto temporal, social y espacial. La globalización y las nuevas tecnologías han transformado la manera en que nos conectamos emocionalmente. Aunque a veces parecen restar capacidad empática en círculos sociales cercanos, en el contexto de la migración han servido para mantener los lazos emocionales a través de la distancia y el tiempo.
En este entorno de cambios y adaptaciones, las emociones como el ndunthi dumüi entre los otomíes del Valle del Mezquital nos muestran la profundidad de los sentimientos ligados a la separación y la migración, tal como veremos más adelante. Recordemos que desde la década de 1980, este grupo indígena ha experimentado una importante migración hacia Estados Unidos, situación que ha dejado separadas a cientos de familias mezquitalenses.
Una analogía interesante puede encontrarse en la película de Celine Song “Vidas pasadas” (2023), que se centra en parte de la cultura afectiva coreana a través de la conexión emocional entre las personas conocida como in-yeon. El in-yeon describe una conexión emocional predestinada entre las personas basada en sus interacciones en vidas pasadas. Este concepto destaca la idea de que las conexiones emocionales profundas trascienden el tiempo y el espacio, un paralelismo fascinante con el ndunthi dumüi otomí.
En el pueblo otomí, del Valle del Mezquital, existe una emoción conocida como ndunthi dumüi, que aqueja y da malestar a las personas que experimentan la separación de sus seres queridos, ya sea por un divorcio, por la emigración e incluso por la muerte. Pensando en la riqueza lingüística del hñahñú, lengua otopame de donde provienen las palabras ndunthi dumüi, vemos lo complejo que sería traducirla de manera literal porque dicho vocablo se relaciona con diversos significados como son: “estómago”, “muerte” y “tristeza profunda”.
Como vemos, no es suficiente basarnos en traducciones literales para comprender a cabalidad la validez y profundidad de una emoción de valencia negativa como es el ndunthi dumüi. Para comprenderla mejor es crucial dialogar con las personas partícipes de esta cultura afectiva y preguntarles ¿cómo?, ¿cuándo?, ¿dónde? y ¿por qué? se apodera de ellos esta emoción. También es importante saber ¿qué hacen para dejar atrás el dolor y sufrimiento que conlleva el ndunthi dumüi? y otras preguntas que nos acerquen más al significado personal que se le imprime.
Ambos conceptos emocionales, el in-yeon y el ndunthi dumüi, nos muestran cómo diferentes culturas articulan la experiencia de la conexión emocional y el dolor de la separación. El in-yeon resalta la inevitabilidad de las conexiones humanas a lo largo del tiempo porque existe una conexión del ahora con las vidas pasadas, mientras que el ndunthi dumüi encapsula la profundidad del sufrimiento que acompaña a las vidas separadas.
En los pueblos de México, la migración ha transformado no solo la dinámica social y política, sino también las relaciones familiares y afectivas. Las mujeres ven partir a padres, esposos e hijos, y a su vez, algunas deben alejarse de sus hijos para ejercer una maternidad a distancia, buscando fortalecer el ingreso familiar y mejorar el futuro de sus hijos.
La historia de Alma, mujer otomí de 65 años, ilustra perfectamente el dolor del ndunthi dumüi. Alma vio a su padre ahogarse en pulque porque no tenía la fortaleza para despedirse de ella y de sus hermanos pequeños antes de partir hacia Estados Unidos en una aventura riesgosa y con final incierto. A través de los años, esta mujer ha visto partir rumbo a Estados Unidos a sus seres queridos, incluyendo a su esposo y sus cuatro hijos. Alma, quien nunca emigró, entendió que los migrantes dejan un vacío profundo en sus familias y comunidades.
Si bien los migrantes envían remesas que mejoran las viviendas y la calidad de vida en el Valle del Mezquital, también dejan una sensación amarga que se instala en el cuerpo de las personas. En los pueblos indígenas de México, como en el otomí, se cree que las emociones tienen una manifestación física en los órganos vitales, lo que puede contribuir a malestares y enfermedades. Esta conexión entre las emociones y la salud física resalta la importancia de abordar de manera integral el impacto emocional de la migración en estas comunidades.
La migración de los pueblos originarios de México nos recuerda que, más allá del progreso material, las emociones y los lazos afectivos son el verdadero corazón de los vínculos que tienen las personas con sus familias y sus comunidades. El ndunthi dumüi, con su profundo significado de dolor por la separación y añoranza, nos enseña que estos sentimientos compartidos crean una red de conexiones entre personas en un mundo globalizado, pero que a la vez conserva sus diversas culturas afectivas en movimiento, las cuales trascienden las barreras culturales y geográficas.
Ámbar I. Paz Escalante
Postdoctorante, El Colegio de la Frontera Norte-Unidad Monterrey