Acorde con las premoniciones de George Orwell en su novela “1984”, en donde las pantallas funcionaban como herramientas de intromisión y control en la vida de los ciudadanos por parte del sistema, ahora con las nuevas tecnologías de internet y nuevas funciones inteligentes que conforman el internet de las cosas (IOT), las empresas tecnológicas tienen una intromisión en tu vida de manera no sólo consensuada, sino hasta explícitamente deseada.
En este mundo virtual, los seres humanos se convierten en consumidores potenciales.
Las redes sociales se han convertido en espacios donde confluyen comportamientos complicados y caóticos, visiones simplistas y personalidades impulsivas, ansiosas, indecisas, susceptibles e impacientes, narcisistas y exigentes.
Un mundo en dónde converge lo real con lo virtual, en dónde los algoritmos miden tus estados de ánimo, grado de influenciabilidad y potencial valor económico y comercial, basándose en lo que comentas o públicas, en lo que compras, aquello que apruebas o desapruebas, a tu forma de relacionarte, interactuar y reaccionar, de crear o unirte a comunidades afines en gustos, pasatiempos e incluso de amor u odio hacia algo o hacia a alguien.
Ahora, con la llegada del metaverso, se adiciona la posibilidad de crear un mundo feliz con una vida alterna en caso de que no estés satisfecho con la que tienes, en dónde tu avatar será tan atractivo y carismático como siempre quisiste ser, un lugar en dónde la felicidad será un estado permanente a presumir, un lugar en dónde si eres pobre es porque quieres, siempre y cuando tengas los suficientes fondos reales en tu cuenta de criptomonedas o de Pay Pal, con lo cual podrás acceder a un mundo feliz al estilo de la novela de Aldous Huxley, solo sujeto a los vaivenes del índice Nasdaq, en dónde evadirse de la realidad será la próxima aspiración universal.
