En estos momentos, en el estado de Hidalgo se viven los momentos más dramáticos de la política local. Al interior de los partidos se libra una lucha sorda por alcanzar las candidaturas. Están próximas las fechas legales para hacer el registro oficial de candidatos y sus planillas de regidores a los ayuntamientos. Es decir, la política hierve a borbotones.
Hace unas cuantas décadas esa riña se daba al interior del PRI, única vía segura para acceder al poder; posteriormente, cuando fue posible ganar una Presidencia Municipal por el PAN y PRD , estos partidos sufrieron en carne propia de desgarramientos internos y ahora que aparece Morena como plataforma cientos de aspirantes pelean cuerpo a cuerpo por lograr montarse sobre estas siglas que intuyen mágicas.
A esta polvareda sume usted un pelotón de candidatos independientes que tejen su estrategia personal. Agregue la complejidad de las nuevas leyes electorales que exigen paridad de género e inclusión de jóvenes e indígenas. La tensión política se respira hasta el municipio más alejado.
La incertidumbre es un motor para la democracia. Anima a la participación de los ciudadanos. Ante un panorama tan competido con aguacero de opiniones y exposición pública de los personajes a analizar, los ganadores podrían ser los propios ciudadanos que ahora tienen más opciones para elegir y la confianza de votar con absoluta libertad. Pero la democracia no es garantía de nada: ni de buenos candidatos ni mejores autoridades. Es para bien o para mal un reflejo de la sociedad misma que engendra a sus propios políticos desde su interior. Los partidos tienen en las municipales la gran oportunidad de proponer a ciudadanos capaces de interpretar los genuinos sentimientos de sus pueblos. Tarea espinosa, aventura segura.
