La coincidencia conmemorativa del Día Internacional de las Mujeres y los 20 años de la Conferencia de Beijing 1995, trajo múltiples declaraciones y compromisos en todo el mundo en materia de igualdad de género, pero la más impactante fue el llamado de la Directora Ejecutiva de ONU Mujeres, Phumzile Mlambo-Ngcuka, cuando pide “medidas audaces para acelerar el cambio en las vidas de las mujeres y las niñas”. La más audaz de dichas medidas, es la exigencia a los Estados Miembros de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) para que dentro de 15 años, en 2030, exista una verdadera paridad entre los géneros, a escala planetaria.
Luego de asegurar que existe urgencia en la renovación de compromisos adquiridos en forma de promesas en 1995 por las y los líderes mundiales, Mlambo-Ngcuka fijó una fecha de vencimiento para lograr la igualdad de género, y esa fecha es 2030. Para lograrlo, señaló como indispensable el impulso de acciones para los próximos cinco años a fin de conseguir la plena igualdad antes del año señalado.
Aunque dijo que ahora no parece buen momento para celebrar la igualdad de las mujeres, “junto con las historias de atrocidades extraordinarias y violencia cotidiana, también existe otra realidad donde, como nunca antes, son más las niñas que asisten a la escuela y son más las que obtienen un título; donde la mortalidad materna se ubica en los niveles más bajos de la historia; donde las mujeres ocupan cargos de liderazgo y se ponen de pie, se hacen oír y exigen medidas”.
Hace 20 años, luego de que 189 líderes mundiales habían comprometido a sus países con una extraordinaria Plataforma de Acción de la histórica Cuarta Conferencia Mundial sobre la Mujer en Beijing, parecía un triunfo monumental de las mujeres y de hecho lo era, sin embargo, esos compromisos hechos por los Estados miembros se cumplieron en muy pequeña medida. Como visibilizó Phumzile “Si los países hubieran cumplido todas esas promesas, hoy estaríamos observando muchísimos más avances en materia de igualdad que las pequeñas conquistas que estamos celebrando en algunas áreas. Estaríamos hablando de igualdad para las mujeres en todos los ámbitos y podríamos estar hablando de un mundo más sano, con una prosperidad más uniforme y sosteniblemente más pacífico”. Pero, desafortunadamente, no estamos hablado de tal cantidad y calidad de avances.
Éstas son algunas de las cifras reportadas por ONU Mujeres: En 1990, las jefas de estado o de gobierno eran 12; en 2015 son 19, pero el resto son hombres. Ocho de cada 10 parlamentarios en todo el mundo todavía son hombres. La mortalidad materna disminuyó un 45 por ciento, pero la meta para 2015 era una disminución del 75 por ciento. Todavía hay 140 millones de mujeres sin acceso a la planificación familiar moderna: la meta para 2015 era la cobertura universal.
Más niñas están comenzando la escuela y más niñas están completando su educación; los países en gran medida han eliminado la “brecha de género” en la educación primaria. Muchas más niñas están ingresando también a la escuela secundaria, pero existe una amplia brecha entre los niveles educativos alcanzados por las niñas y los niños. Hay más mujeres trabajando y percibiendo salario: hace 20 años, el 40 por ciento de las mujeres tenía empleo remunerado y asalariado. Hoy esa proporción ha aumentado hasta alcanzar alrededor del 50 por ciento pero, a este ritmo, tomaría más de 80 años lograr la paridad de género en el empleo y más de 75 años alcanzar la igualdad salarial.
Los avances son desesperante e insuficientemente lentos. Tiene razón la directora ejecutiva de ONU Mujeres cuando reclama la necesidad imperiosa de modificar el ritmo actual.
En el caso mexicano, la paridad debe ser una realidad no sólo en la designación igualitaria de candidaturas en el ámbito federal, particularmente en las elecciones municipales debe reflejarse el auténtico compromiso por integrar a las mujeres en las candidaturas a las presidencias municipales, a las sindicaturas y a las regidurías.
Las resistencias de los hombres (y desafortunadamente también de algunas mujeres) con pensamiento misógino, sólo prolongarán más la puesta en marcha de un nuevo modelo político tan paritario como inevitable. Porque, aun cuando la fecha establecida por ONU Mujeres pareciera optimista, la realidad es que podría alcanzarse antes si realmente hubiera compromiso por parte de las y los jefes de Estado.
El mensaje de Phumzile Mlambo-Ngcuka no deja lugar a dudas al respecto: Si las y los líderes mundiales se unen a las mujeres del mundo; si genuinamente redoblan sus esfuerzos por la igualdad a partir de las bases fundadas durante los últimos 20 años; si pueden realizar las inversiones necesarias, forjar alianzas con las empresas y la sociedad civil y hacerse responsables de los resultados, esto (la paridad) podría lograrse antes. Al final las mujeres obtendrán la igualdad. La única pregunta es ¿por qué debemos esperar?
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