La reciente renovación de la resolución de la Asamblea General de la ONU, exigiendo que Israel se retire de los Altos del Golán, marca un punto de inflexión en la percepción global de las acciones israelíes. Con 91 votos a favor, la comunidad internacional ha expresado claramente su desaprobación hacia la ocupación que data desde 1967.
Este acto refleja una preocupación creciente por las políticas expansionistas de Israel, que no solo desafían las resoluciones del Consejo de Seguridad y de la Asamblea General, sino que también violan principios fundamentales de derecho internacional. ¿No es hora de cuestionar la legitimidad y las consecuencias de tales políticas?
La ilegalidad de los asentamientos israelíes en el Golán, un territorio de soberanía siria, no puede ser ignorada. La ocupación de cerca de 1200 km² de este territorio, junto con la expansión en Cisjordania y Jerusalén Oriental, muestra un patrón preocupante de desdén por la legalidad y la estabilidad regional. Las acciones de Israel, como los ataques aéreos en Siria y la política de confrontación con Hamás, han exacerbado la situación, generando preocupación no solo en la región sino en todo el mundo.
Reflexionemos sobre el intrincado escenario en los Altos del Golán y cómo las maniobras de Trump y Netanyahu han estado intrínsecamente ligadas a las complejidades políticas y electorales tanto en Israel como en Estados Unidos. La decisión de Trump de reconocer el Golán como parte de Israel no fue un acto aislado, sino una táctica calculada para fortalecer a Netanyahu y al Partido Likud en una coyuntura electoral clave. Esta estrategia, centrada en consolidar el apoyo político mediante un discurso divisivo y sectario, se manifiesta claramente en los esloganes que dominan las calles de Tel Aviv. Estos no son meros lemas; representan una corriente que intensifica la polarización y convenientemente desvía la atención de problemas serios, como las acusaciones de corrupción que pesan sobre Netanyahu. ¿Estamos siendo testigos de una peligrosa convergencia entre política interna y externa?
Lo que realmente debe preocuparnos es cómo esta estrategia de distracción, también visible en la política interna de Trump, refleja una tendencia alarmante en el ámbito internacional. La utilización de la política exterior como un mero instrumento para salvaguardar intereses políticos domésticos es una jugada riesgosa. Este enfoque no solo pone en peligro la estabilidad de una región ya convulsa, sino que también pasa por alto las consecuencias a largo plazo de tales decisiones en la paz y seguridad mundial. En lugar de enfrentar los verdaderos problemas y buscar soluciones duraderas, estos líderes optan por avivar las llamas de la discordia y el sectarismo, amenazando no solo la cohesión social dentro de sus propias fronteras, sino también la delicada armonía geopolítica de un mundo interconectado.
El presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, en conversaciones con el secretario general de la ONU, António Guterres, ha enfatizado la necesidad de abordar los ataques ilegales de Israel y buscar una paz duradera en Gaza. La preocupación de Erdogan por la crisis humanitaria en Gaza, exacerbada por los ataques israelíes, resalta la urgencia de un cambio en la dinámica del conflicto palestino-israelí.
La comunidad internacional, incluidas las autoridades de institucionalismo global, ya deben de permanecer indiferente a estas acciones. La política de Israel en los Altos del Golán y su actitud en Gaza no solo son insostenibles, sino que también son contraproducentes para sus propios intereses a largo plazo.
Las relaciones internacionales y las alianzas no deben basarse en la conveniencia política del momento, sino en principios de legalidad, humanidad y justicia. Es hora de que Israel reconozca que sus políticas actuales no solo perjudican a otros, sino que también podría aíslar al país en el escenario internacional.