Si ustedes creen que el peor abuso respecto al robo de voces lo cometió Ursula contra La Sirenita, les tengo una terrible noticia desde la realidad. Hay ya una demanda colectiva en Estados Unidos de locutores y actores de doblaje que se han descubierto “narrando” documentales y comerciales de cosas que jamás han hecho y en muchos casos, aseguran, nunca promoverían.
Sí, claro que es un tema de inteligencia artificial. Y en este caso es contra una empresa en particular llamada LOVO, y la historia de los dos actores que se descubrieron narrando documentales de guerra y comerciales de productos a los que nunca prestarían su voz es bastante espeluznante. Cuando ellos investigaron, descubrieron que esta compañía vendía sus voces con otros nombres después de que años atrás fueron contratados para una chamba de un día y jamás dieron su consentimiento para el uso ya aprendido por IA sus particulares tonos, cadencias y sonido.
Sí, la pesadilla de la que tanto fuimos advertidos ya empezó. Por eso casos como este son tan importantes, tienen que marcar un precedente legal que funcione de manera retroactiva, cuando los contratos no contemplaban enseñar a los sistemas a hablar, verse o actuar como uno pero tampoco lo prohibían.
Ellos no serán tan famosos como Scarlett Johansson, Ariana Grande o Connan O’Brien y con más razón, que les roben su talento de manera literal puede ser la diferencia en poder seguir o no sobreviviendo gracias a él.
La propiedad intelectual suele ser despreciada por no ser un objeto en gran mayoría de las industrias creativas, pero tiene un valor inmenso y debe ser protegida. Esto va a ser el pan nuestro de cada día a partir de ahora y personalmente estaré más que pendiente de éste y tantos casos más, especialmente cerca de casa, para defender este nuestro tan maravilloso trabajo.
