Esta no es una reseña de la cinta más reciente de Luis Estrada, que estrenó el viernes pasado en más de 3 mil 200 pantallas después de una larga travesía.
Esta es una reseña de cómo la película, guste o no, y para quien ya la vio, demostró su premisa antes de que eso pasara. Los mexicanos estamos viviendo en un estado de división tal que los insultos, improperios, prejuicios y descalificaciones son violentamente arrojados a quien pensamos que esta del otro lado de nuestra “verdad absoluta”.
Luis Estrada le dijo a su elenco, al iniciar la cinta, que esta vez el ojo crítico sería a la ciudadanía más que a los partidos políticos. Y sí bien es imposible hacer una sin la otra estos tiempos, vaya que cumplió.
Y las redes sociales y similares ardieron por ello, comprobando la teoría antes de ver un solo cuadro de la cinta.
“Nunca veré una cinta de ese actor chairo”, se leía tan seguido como: “Jamás veré una cinta de quien traicionó a nuestro amado presidente”, decían otros. Ambas perfectas muestras de la pueril actitud de tener la razón sin contar con evidencia alguna.
Resulta ser –sin spoilers, se lo prometo–, que NADIE queda bien parado en la cinta. ¿Será porque es una caricatura extrema y melodramática de la sociedad que la juzgo sin verla? Esa que quiere destruir lo que no es precisamente el discurso a su medida. Miren, de la película hay mucho que podríamos criticar cinematográficamente. Pero si su misión era mostrar lo divididos que estamos a lo pendejo, ¡wow! ¡qué forma de lograr su cometido!