Está bien, hay casos como cierta “actriz” mexicana con nombre de fiesta decembrina que realmente es absurdo seguir diciéndole que deje de decir cosas peligrosas en tiempos de pandemia. Sobre todo, cuando de ahí brinca a sus infames visiones de los feminicidios y a cualquier cosa que un becario trabajando en búsquedas web o un estudiante de psicología sabe que causará reacciones, lo cual, extrañamente, muchos aún equiparan con publicidad buena. Triste caso.
Pero que un Miguel Bosé, quien no dudo que ya se tomó su propio Kool Aid y se está creyendo las enloquecidas teorías de conspiración respecto a la pandemia, convoque a una marcha masiva a medio terrible rebrote en Madrid, diseñada para quejarse sobre el uso obligatorio del cubrebocas, la única línea de defensa para millones contra este maldito virus, es criminal.
El hecho de que él ni siquiera se haya presentado sería cómico (y ofensivo para quien lo siguió), pero yo lo agradezco. Al menos así los que están confundiendo la gimnasia con la magnesia, al mensajero con el mensaje, lo podrán ver distinto.
Lo grave aquí es que, a diferencia de muchos de los que están hablando sin tomar en cuenta siquiera los números de fallecidos y la simple dinámica de cómo tratar de evitar contagiarse (como que de por sí es difícil), este sí es un artista internacional y, hasta ahora, respetado.
Y no, este no es uno de esos casos en los que es la libertad de expresión contra otra opinión. Trágicamente es más claro cada día que es vida y muerte. Sin negar que hay muchas fuerzas siniestras que son parte del mal manejo de la situación, esto es caso aparte. No sé ustedes, pero por más que quiero, no puedo entender qué pretende el Amante bandido con semejante actitud de gilipolla.
Twitter:@susana.moscatel
