El actor, quien falleció mientras dormía a los 67 años, es sin la menor duda uno de los rostros más relevantes en lo que fueron los roles de carácter en el cine de los 80 y 90. Hay tantas historias respecto al protagonista de lo que muchos consideramos la más perfecta cinta de gánsteres (Sí, sé perfectamente lo que escribí) que no podríamos hacerles justicia, pero tratemos, porque cuando una vida entera es dedicada a algo como el cine el legado de alguien debe ser mayor a solo un momento. Afortunadamente para Liotta, el recuerdo es de un gran filme.
En varias ocasiones le tocó trabajar en México y, créanme, en esos tiempos no era fácil lidiar con una estrella como él. Cuando rodó Pilgrim, o como la renombraron después: Inferno en San Felipe, Baja California ocurrieron cosas que en su momento la producción tuvo mucho éxito en que no se hicieran públicas. Era el principio de este milenio, así que las fiestas que armaba de manera improvisada con el equipo de producción y algunos de los locales no acabaron en las redes sociales. En la prensa tampoco. Pero muchos recuerdan esos tiempos como el extremo de lo que podría ser Hollywood al sur de la frontera.
Por supuesto, los llamados tempraneros eran una gran pesadilla, pero eso es lo de menos hoy, Liotta fue una figura a pesar de sus claros temas de carácter y hasta vicios que admitió y buscó siempre resolver. Creo firmemente en que cuando alguien pasa por esta vida a modo de huracán, hay que reconocer la energía tan enorme que generaba como la destrucción que provocaba. Sin embargo, nos cuentan que murió mientras dormía, qué en paz. Si eso y su gran cuerpo de trabajo no es una vida vivida al máximo, no sé que lo es.
Susana MoscatelTwitter: @susana.moscatel