La infidelidad es un gran negocio. Queda más que claro que lo es para quien lucra con ella en casos como (lo que haya sido que pasó en Las Vegas) con Peso Pluma; y así con un millón de ejemplos más.
Si alguien va a sacar provecho de semejante situación, supongo, al menos que sea la parte injuriada, ¿no? No lo sé, no lo entiendo del todo. Y por eso me cuesta trabajo saber cómo manejar información como el nuevo nombre del disco de Shakira, Las mujeres ya no lloran.
Claramente (intencional) ella se refiere a lo que creó al superar la infidelidad de Piqué, su ex marido. En el momento en el que el sencillo original y lo que sea que venga con este lanzamiento se convierte en “facturar” hay un debate interesante.
Quienes no queremos hablar de chismes no podemos evadir el hecho si queremos hablar de la música y lo que provoca.
Vaya, desde Taylor Swift hasta Paquita la del Barrio han hecho de esto con maestría. ¿Y Lupita D’Alessio? Enorme. Y sí, admito que me encanta la sensación del empoderamiento que nos puede dar en el karaoke cuando cantamos esas canciones en el momento preciso de la vida. ¿Son terapéuticas?
Tal vez. ¿Pero de verdad ya no lloramos? No lo sé, Rick…
Lo cierto es que la traición, sea la que sea, de un ser amado tiene que doler. Me parece imposible llegar al punto de escribir esas grandes odas al desdén sin haber pasado por lo que sea nuestra versión personal de las lágrimas.
Y ahí mi tema con este título: no somos más fuertes porque no lloramos, somos más fuertes porque somos capaces de sentirlo todo, y aún así salir adelante como las grandes. Una vez dicho esto, no puedo esperar a que salga el nuevo disco de Shakira, de quien soy fan, y espero que facture mucho, por convertir su “falta de lágrimas” en catarsis para tantas personas más.
