Los reality shows han mostrado tener muchísimas caras, desde ser las plataformas para los nuevos imperios familiares basados en vender la vida privada, hasta la absoluta ignominia de celebrar a la gente por lo conocidos que pueden ser, más allá de lo que hacen o aportan. Y vaya, luego la cosa se puede poner aún más peligrosa: ¿se acuerdan de la razón por la que Trump tuvo la suficiente popularidad como para casi hacer trizas la democracia de su país? Pues sí, El aprendiz. Ese programa que pintaba interesante, sin duda, pero que borró por completo las líneas para millones de personas entre el personaje en la pantalla y la persona detrás. Por eso siempre hay que tener cuidado.
Siguiendo la saga de Trump, su ex abogado caído en desgracias y en otra hora héroe en Nueva York cuando era alcalde, Rudolph Giuliani fue expulsado de la versión estadunidense de ¿Quién es la máscara? por los jueces. Esto lo sabíamos por el hecho de que varios quisieron renunciar al programa, que tiene exitosa versión en México, al enterarse de quién estaba ahí en una de las botargas. El enojo es más que entendible, dado que el hombre se ha declarado demasiado ocupado, como destacó el conductor Trevor Noah, como para responder a los llamados del juicio respecto a la insurrección en El Capitolio el año pasado. A pesar de las pruebas respecto a su complicidad en los hechos.
Cuento todo esto porque apenas salió al aire hace unos días. Y porque se nos vienen encima una serie de realitys nuevos por acá que no pueden ayudar mucho al ambiente social. También, vale la pena recordar que en otra hora fue contratado por los políticos de más alto perfil hoy para asesorarnos en materias de seguridad. Que circo, y cuantos años y versiones del mismo show.
Susana MoscatelTwitter: @susana.moscatel