En la era de influencers, de la gente que acusa a los demás de “solo querer hacerse famosos”, en los tiempos de un exceso de contenidos, si vas a hacer un pódcast, sobre todo uno por el que te paguen 25 millones de dólares, más vale que entregues la madre de todos los pódcasts. Y pues, no. El trato de los ex miembros de la realeza británica empezaba con un programa llamado Archetypes, y solo tuvo 12 episodios. El anuncio que se hizo en 2020, dejando helados a todos aquellos que sabían que sus proyectos nunca se harían porque ahí se iría el presupuesto, no rindió más frutos; por eso Spotify no solamente terminó el contrato, sino que los llamó una especie de estafadores.
Creo que nunca quisieron estafar a nadie. Creo que estos dos no tienen suficiente experiencia con la vida real como para entender algo que ya está quedando claro por todos lados: ser famoso no quiere decir que eres un generador de contenidos. Al menos no más allá de tu propia vida.
Los prepuestos hoy son muy distintos a las tarifas que se exigían antes solo por aparecer en un evento o dar un discurso preparado por los asistentes del Palacio o de tu equipo de relaciones públicas. Crear contenidos extraordinarios, que es lo menos que uno esperaría por 25 millones de dólares, no depende de qué tan famoso seas. Dependería de que quien llegara por el morbo se quedara por la información. Los 12 capítulos no lograron la segunda parte, esto dejó claro que no tenían con qué sustentar el contrato, ya fuera por soberbia o por falta de capacidad. Crear grandes contenidos no tiene nada que ver con la fama. A veces al revés, pero nunca de la otra manera.