Confieso que entre tantos asuntos serios y la feliz cobertura de uno de los más grandes cineastas de todos los tiempos, el encabezado de que Will Smith y Jada Pinkett llevan más de siete años separados y que ahora lo sabemos porque ella lo soltó en una entrevista previo al lanzamiento de un libro, pues en el mejor de los casos suena frívolo.
Pero cuando tuve un minuto para revisar mi reacción inicial, y creo que no estoy sola cuando confieso que dije: “¿Te cae de madres, Jada?”, pues me preocupé. Me preocupé porque si bien no me meto en la vida privada de los artistas, pocas cosas menos privadas que el golpe que le dio Will Smith a Chris Rock por contar un chiste sobre ella hace un año y medio en plena ceremonia del Oscar. Nada menos privado también, cuando ella en su programa de YouTube consideró oportuno decir que lo había engañado y verlo a él humillado por sus prójimos y a la vez, al menos en apariencias, tratar de ganar el amor de regreso de su mujer.
Si algo sé de tantos años en este medio es que los muy famosos solo dejan ver lo que quieren que veamos. Así que ¿por qué mi instinto fue automáticamente juzgarla a ella? ¿Es lo mismo que Amber Heard y Johnny Depp? No. Ahí los vimos en vivo y en directo dando testimonio días y días sin parar. He entrevistado muchas veces a Will Smith, siempre encantador, pero eso no me hace experta en su matrimonio. ¿Soy una mala feminista por haber tenido esa reacción al leer el encabezado? ¿O solo soy un ser humano más harto de que las apariencias publicas estén tan manipuladas que ya no le creo nada a nadie?
No lo sé, pero sí me perturbó que mi instinto haya sido pensar lo peor de ella, cuando quien realmente perdió el control en público fue Will, por más adorable que haya sido antes. Que no me caiga bien alguien,
Jada no me cae nada bien, no quiere decir que yo sepa qué ha pasado entre ellos a puerta cerrada. Y como yo, el mundo. Y como este caso, todo.